maria_teresa_valeria_2020_10_02.jpg [10]

El Índice de Acceso a la Vivienda, un estudio realizado en 2019, estima la cantidad de años que necesita un hogar de ingreso promedio para financiar totalmente una vivienda de precio promedio. Chile obtiene un índice de 7.6, es decir, se ubica entre los países donde la vivienda es severamente no alcanzable, por sobre países como Nueva Zelanda, Australia, Reino Unido entre otros.

Te puede interesar: Un cierre de puertas a la democratización ambiental: El rechazo del gobierno al Acuerdo de Escazú [11]

Este mismo indicador- que pueden ver en la CChC- muestra que La Araucanía tiene un índice de 8.8, es decir, para que una persona de ingreso promedio en la región pudiese financiar completamente la compra de una vivienda promedio, debería destinar por casi nueve años la totalidad de sus ingresos, lo que lo hace severamente no alcanzable.

De hecho, un efecto de esto es el déficit habitacional, que se define –según la CChC-  básicamente como la cantidad de viviendas nuevas que se necesitan para reemplazar las viviendas inhabitables y entregar una vivienda a las familias allegadas. Según la CChC, en 2017 el déficit habitacional en Chile era de 739.603 viviendas, donde el 58% de ellas terminaría con el allegamiento y un 42% para reemplazar unidades deterioradas.  En este caso, La Araucanía presenta un 11% de déficit habitacional, y un 6% respecto al déficit nacional.

Acceder a una vivienda nunca ha sido fácil, pero según esos números se hace imposible para una persona/familia promedio. En Chile hay al menos dos opciones para acceder a la casa propia: subsidios estatales y la banca privada. En muchos casos el proceso para acceder a una casa, sobre todo para la población más vulnerable, dura muchos años, y en otros tantos, el endeudamiento promedio es de 30 años.

Este es el momento para retomar esta problemática, y la discusión no se puede centrar solamente en la cantidad de viviendas, sino que en su calidad. Hace casi un año, en la revuelta de octubre, una de las intervenciones realizadas en la denominada Plaza del Hospital de Temuco, fue el dibujo de un plano a escala real de una vivienda entregada por el Estado. Era pequeña, con dos dormitorios, un baño, una cocina y un living-comedor, no dudaría que una casa así hiciese feliz a más de una familia, pero dado las condiciones y el contexto que hemos vivido desde marzo por la pandemia de Covid-19, debemos pensar si esas casas cumplen las condiciones mínimas y necesarias para una familia de cuatro personas.

El mensaje fue claro “quédate en casa”, repetimos muchos, con la esperanza de que el contagio no se propagara tan rápidamente, pero olvidamos -en ese momento-, que hay personas (individuales) y familias que no tienen un hogar con las condiciones necesarias para vivir una pandemia, que, en Chile, aun vivimos en hacinamiento y de allegados, y un número no menor ha vuelto a formar campamentos.

El acceso a la vivienda da cuenta de una desigualdad estructural, que debe ser solucionada a través de mecanismos que avancen en garantizarla, debemos repensar el rol del Estado en esta materia. Hoy, más que nunca, el acceso a la vivienda es un sueño severamente no alcanzable, pero realmente necesario, y su discusión debe estar sobre la mesa.