Reformas o revolución

Reformas o revolución

04 Agosto 2020

La elite, especialmente el gobierno y los empresarios, intenta volver a la normalidad de antaño - y tal parece ser el signo del nuevo gabinete ministerial - sin hacerse cargo que la pandemia añade cambios profundos en la economía y en la sociedad.

José Sanfuentes >
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La Cuenta Pública del Presidente Piñera fue intrascendente, no atinó con la realidad. Qué duda cabe que Chile vive tiempos de advenimiento, que una nueva época está por despuntar. Está por dilucidarse si este inevitable proceso habrá de ser doloroso o venturoso. Eso dependerá del comportamiento de la elite.

Una pregunta anterior es si la pandemia posterga tal advenimiento, como lo creen el Gobierno y los intelectuales conservadores, o si más bien puede acelerarlo.

Millones de personas, que en oleadas sucesivas han salido a las calles en los meses y años recientes, que demandan cambios profundos en el statu quo, se verán hoy enfrentadas a bregar por su subsistencia, a recuperar su trabajo, sus ingresos, el bienestar mínimo de su familia, procurando también no contagiarse con la peste. El masivo retiro de los ahorros de vejez muestra que la prioridad es más el presente inmediato que el futuro. Los gobernantes tienen la responsabilidad de asegurar la salud de la población, ayudar a enfrentar la pobreza y la precariedad, así como crear condiciones para la reactivación económica, con énfasis en la “economía de la vida” (ver Jacques Attali), que es aquella más a la mano para florecer y generar nueva riqueza, empleo, consumo, mejoras sanitarias y ambientales. Tal prioridad significa no poner los incentivos en tratar de mantener vivos sectores económicos que languidecerán por largo tiempo y que, la mayoría, habrá de reconvertirse.

De un lado, hay que mirar con atención que los diversos sectores productivos se están reconfigurando, en su peso y preponderancia; y de otro, que se requiere un activo rol del Estado en la promoción del empleo y de un nuevo equilibrio en la relación trabajo – capital. A la vez, la protección social se extiende como demanda principal en las mayorías precarizadas. Son inaplazables las reformas profundas para crear un sistema de seguridad social con mejora inmediata de las pensiones y cobertura plena y sin costo en la salud. Igualmente se debe extender la gratuidad a todas las instituciones de educación acreditadas que se dispongan, públicas o privadas, con mecanismos de ayuda para mejorar su calidad y pertinencia.

La elite, especialmente el gobierno y los empresarios, intenta volver a la normalidad de antaño - y tal parece ser el signo del nuevo gabinete ministerial - sin hacerse cargo que la pandemia añade cambios profundos en la economía y en la sociedad. Estamos transitando esos tiempos excepcionales en que los de abajo ya no aceptan volver a un pasado que les subyuga y los de arriba ya no pueden seguir gobernando como antes.

No conviene al país que los poderes fácticos se atrincheren en sus posiciones a la par que sectores populares radicalicen las suyas. No conviene al país que predomine la estrategia del desalojo: ellos o nosotros. No conviene al país polarizarse entre una revolución socialista chavista u otra revolución neoliberal pinochetista. El camino virtuoso es de reformas estratégicas hacia el bien común. Mandela es un ejemplo que vale la pena estudiar. En Chile cabemos todos, en una convivencia civilizada que reconozca las hegemonías democráticas y un sentido de futuro compartido. Eso será viable si la elite no ofrece resistencia a los cambios razonables para la modernización social y económica que claman estos tiempos, y se une a la mayoría nacional para materializarlos cuanto antes.