Nuestros pensamientos pueden causar debilidad corporal

29 Marzo 2014

Si la persona tiene que luchar con las dificultades y problemas o con la actitud de su prójimo, su organismo se debilita por horas o días.

Juan Lama Ortega >
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Si nos hacemos conscientes de que cada pensamiento aspira a realizarse, nos daremos cuenta de que al fin y al cabo nuestros pensamientos son nuestros sufrimientos. Si estamos equilibrados y armonizados, si tenemos pensamientos luminosos y amistosos, las fuerzas espirituales fluyen más intensamente en nosotros. Si tenemos pensamientos negativos, faltos de luz, desconsolados, la fuerza espiritual disminuye en nosotros. El sistema nervioso, que es la conciencia de los nervios del cuerpo, reacciona y deja fluir las fuerzas espirituales correspondientemente, de forma más o menos intensa, según sea nuestra postura frente a la vida.

Si la persona tiene que luchar con las dificultades y problemas o con la actitud de su prójimo, su organismo se debilita por horas o días. Tan pronto como toma distancia de estas dificultades y problemas de su prójimo o éstas son superadas, el organismo se estabiliza de nuevo, porque la fuerza espiritual fluye de nuevo más intensamente. Sin embargo, las personas que no prestan atención a sus pensamientos, sensaciones, emociones y tendencias, no reestablecen de nuevo con tanta rapidez la fuerza espiritual y pueden sufrir un golpe de destino tras otro. Aquí tiene validez: la debilidad de espíritu trae consigo también debilidad del cuerpo.

Pensamientos llenos de envidia y odio, es decir, pensamientos atroces, ideas sobre enfermedades, excesos y vicios de toda clase, tienen efecto primero sobre el sistema nervioso y en un trascurso posterior sobre el alma. Las vibraciones correspondientes procedentes del sistema nervioso alcanzan después al cuerpo, donde son influidos los átomos y las células.

Es sabido que variaciones de ánimo, repentinas y desmesuradas, pueden no solo debilitar en pocas horas el corazón, sino provocar en algunas ocasiones la muerte física. Así nos damos cuenta que la debilidad espiritual tiene como consecuencia también debilidad corporal y puede incluso provocar el rechazo del cuerpo físico. Excitaciones fuertes provocan a menudo vómitos y un ataque agudo de ira puede acabar mortalmente. Por aflicción, celos, preocupación continua y miedo extenuante, puede producirse algunas veces locura.

Todos los pensamientos negativos, es decir malos, producen vibraciones discrepantes, a través de las cuales el cuerpo se abre a enfermedades de toda clase. Así podemos comprender que los sentimientos fuertes y las pasiones tienen un efecto directo sobre el cuerpo. Si su intensidad sobrepasa un cierto grado, hacen surgir incluso determinadas enfermedades, que bajo ciertas circunstancias pueden conducir a dolores crónicos. Odio, envidia e ira pueden cambiar incluso los jugos sanos y donantes de vida del cuerpo, de tal modo que en lugar de cumplir su función natural, tienen un efecto venenoso y destructivo. Si las sustancias naturales se trasforman en jugos que fomentan la enfermedad, la suma de los efectos pueden crear determinadas formas de enfermedad, que con el tiempo se vuelven crónicas.

Por lo tanto depende complemente de nosotros lo que hacemos de nuestra vida. Del mismo modo, pero a la inversa actúan también sobre el sistema nervioso y el alma los sentimientos positivos de bondad, amor, amabilidad y benevolencia. Estos relajan la conciencia de los nervios, la llevan a la armonía, purifican el organismo y dejan fluir incrementadamente en el cuerpo las corrientes donantes de vida. Así sentimos que todos los canales de vida están abiertos y libres y las fuerzas de vida fluyen reforzadamente en el organismo. Estas fuerzas sanadoras y de vida se vuelven entonces efectivas en el organismo. Lo desintoxican de tal manera que supera las influencias que producen una enfermedad. Un cuerpo enfermo puede transformarse así en un cuerpo sano. De esta manera comprobamos que con Dios, con la energía divina, “es más fácil vivir”.

Juan Lama Ortega

Radio Santec

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