La vida es algo más que reacciones químicas

14 Junio 2014

En el siglo XVII Francis Bacon enseñaba que a la naturaleza "hay que hacerla esclava y dócil", "atormentarla hasta que revele sus secretos".

Juan Lama Ortega >
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En el siglo XVII Francis Bacon enseñaba que a la naturaleza "hay que hacerla esclava y dócil", "atormentarla hasta que revele sus secretos". Y René Descartes se puso a la cabeza en cuestiones de ideologías centradas en el ser humano con su famoso "coggito ergo sum", el espíritu se reduce al cerebro del hombre y el resto del mundo es materia muerta. Para él un animal no era otra cosa que un autómata. Los gritos de dolor de los animales no eran diferentes al rechinar de las máquinas.

Esta imagen mecánica del mundo en el tiempo posterior celebra su gran triunfo en unión con la Ciencias Naturales, que ya estaban teniendo su auge, pero perdió de vista la vida, el alma y el espíritu. El espíritu y la vida ya no seguían siendo valores intrínsecos, si no tan sólo resultados de conexiones químicas y de procesos físicos.

Lamentablemente esta forma de pensar nos domina aún en la actualidad en el trato hacia la naturaleza y a los animales. Los tratamos como productos que están a nuestra disposición: las selvas tropicales como reservas de madera, los mares como vertederos de basura, los animales como productos cárnicos para satisfacción de nuestro vicio desenfrenado de comer carne o como objetos de diversión en escenificaciones sangrientas como las corridas de toros o como víctimas de torturas en experimentos científicos.

El hombre moderno que trata a las otras criaturas tan indignamente ni siquiera nota que con ello está atentando contra su propia dignidad. Pero las consecuencias del régimen inhumano de terror se están haciendo ahora visibles. Pues el hombre, la cumbre de la creación se ha convertido en el parásito de todas las demás formas de vida. La violencia del hombre frente a las otras criaturas le viene de vuelta recayendo sobre él mismo: con terrorismo y guerras, con catástrofes naturales, plagas y pestes de todo tipo. Mientras no reconozcamos los trasfondos de este mal amenazante, sino que hablemos de sucesos casuales, no se nos podrá ayudar. Quizás nos pueda ayudar echar una mirada al último libro de la Biblia, una revelación que tuvo Juan de Patmos, según quien la época histórica de esta civilización finaliza apocalípticamente. De hecho ya no pasan desapercibidos los signos anunciadores de este cambio.

Por eso no se trata meramente de unas cuantas correcciones en nuestro comportamiento como talar menos bosques, usar moderadamente la energía, reciclar, una agricultura ecológica o reducir un poco las torturas animales. ¡No!, se trata de una transformación fundamental de nuestra postura hacia la naturaleza y los animales, se trata de despedirnos de las desesperantes tradiciones de las enseñanzas eclesiásticas y filosóficas, que descomponen la unidad de la vida y que han separado todo aquello que debería estar unido, pues no existe la vida inanimada y el espíritu no existe solamente en las células cerebrales humanas, pues también las plantas sienten, los animales sienten alegría y sufrimiento, se sienten bien o tienen dolores.

Existe una unidad entre todo lo que vive, sí, incluso una unidad entre todo lo que existe. Esta visión del mundo no es sólo un sueño, sino que es ya un componente de la física moderna, dicho más exactamente de la física cuántica. Pues esta hace tiempo que superó la visión del mundo materialista. Max Planck intuyó detrás de toda la materia una forma de energía de un espíritu consciente e inteligente y que actúa como sustento de todo lo que existe, da igual si le llamamos Dios, Espíritu o Creador.

 

Radio Santec

Juan Lama Ortega

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