Con la excusa de concederle el “trabajo soñado”, en mayo de 2010 la invitó a viajar con él un par de días a una reserva al sur de Sídney, la capital australiana, donde en teoría la iban a empleaer. Nunca regresó.

Sus familiares denunciaron en vano su desaparición a la policía. Ya había muerto. Dos días más tarde, Dannevig confesaría su crimen y guió a las autoridades hasta su cuerpo, que había quedado sumergido en un riachuelo. La había ahogado.

Según reportó ABC News, el juez Peter Hall sentenció que Christopher Dannevig había cometido "un crimen odioso, desarrollando una estrategia de engaño y mentira", y lo condenó a 27 años de prisión. Belomesoff murió sin siquiera saber cuál era su verdadero nombre.