Un relato, dos miradas: La "pacificación" de la Araucanía

Un relato, dos miradas: La "pacificación" de la Araucanía

09 Diciembre 2020

Es obligación de terminar con las apreciaciones y eufemismos que nos dividen o bloquean la expresión de la memoria en su naturalidad, para poder de esta manera construir una historia que se escriba desde la fraternidad y el respeto.

Juan Ignacio Cordero >
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A todos los chilenos que han pasado por la escolarización tradicional, con la malla curricular tradicional, con profesores tradicionales, con lecturas tradicionales, somos herederos inconscientes de una forma de relacionarnos con nuestro territorio del Biobío al sur,  con una carga emocional e ignorancia, con tratos colonialismo, de forma paternalista e invisibilizadora. Durante décadas hemos ido reproduciendo el discurso de Domingo Faustino Sarmiento en su libro “Facundo, Civilización y Barbarie” que le valió su amparo en su segundo exilio en Chile de la Dictadura argentina de Rosas en 1845.

En este proceso de entender el territorio y su memoria, se pasó de ver como Nación el espíritu indómito del Araucano, que inspiró para la empresa emancipadora del yugo colonial hispano, a la esta representación del “indio” flojo, vago, malentretenido y que es pobre por su pereza. Pasamos del Araucano embellecido por la prosa de Alonso de Ercilla al “Indio malo en tierras buenas”, de tener escuelas de naturales, donde por ejemplo, Bernardo O´Higgins se educó, aprendiendo la lengua, hábitos y costumbres del pueblo mapuche, a escuelas monoculturales reproductoras de un discurso del Estado-Nación llamado Chile, con elementos racistas, excluyentes y negacionistas de nuestra memoria como colectivo

La historia es en sí, como concepto, un campo de batalla que muestra a sus soldados de vez en vez, defendiendo sus mártires, sus relatos y “verdades” escritas en piedra. Son antagónicas posiciones que se sustentan en la tensión sociocultural entre ambas que se definen en el conflicto, pero hay verdades que van más allá de títulos y conceptos hegemónicos.

Y es así que como Wallmapu, Araucanía, mapuche o Araucanos se transforman en símbolos inequívocos de dos realidades cohabitantes de un espacio en conflicto. Estos conceptos son un equilibrio armonioso y virtuoso construido desde Abya Yala o Precolombino hasta Chile, en más de 500 años de relaciones han sido reflejado desde la política de los parlamentos acontecidos como también en la literatura épica clásica, que educó desde el honor y el valor de las primeras naciones, asombrándose de sus virtudes éticas como físicas.

Esta forma de relacionarnos desde la llegada del Imperio Español a Abya Yala, conocido a posterior como América, ha sido en base a una intercambio continuo, de confianzas ocultas e interés en tensión, es decir, hemos estado en una relación donde no dialogamos, sino que estamos en un eterno tira y afloja de verdades, realidades y emociones, es decir, una negociación

Así avanzamos como sociedad, cimentando esta relación dual en base a emociones -Miedo, Respeto y Curiosidad- que crean estados de avance en las relaciones en esta historia, hasta que claramente estas bases son socavados por agentes destructores de los equilibrios armónicos y virtuosos del Wallmapu, desde los tinterillos y especuladores del siglo XIX hasta los portadores de discursos racistas del siglo XXI.

En relación a la historia del pueblo mapuche, se nos conjugan tres conceptos a lo largo del estudio del problema que definiremos a la luz de la Real Academia Española (RAE). Así entenderemos “ocupación” como la permanencia en un territorio de ejércitos de otro Estado que, sin anexionarse aquel, interviene en su vida pública y la dirige. Por otro lado se utilizará el concepto de “dominación” entendiéndolo como la capacidad que tiene un grupo sobre un territorio quien ejerce la soberanía, coartando la capacidad individual de los dominados. Finalmente, entenderemos “pacificación” como el establecimiento de la paz donde había guerra o discordia, reconciliar a quienes están opuestos o discordes, tratar de asentar paces, pidiéndole o deseandolas. Por ende hasta fines del s.XIX hablaremos de ocupación de la Araucanía, ya que el dominio de los territorios no se dio sólo en la esfera militar, sino que mediante utilización de medios de control cultural, social y económico.

Es obligación de terminar con las apreciaciones y eufemismos que nos dividen o bloquean la expresión de la memoria en su naturalidad, para poder de esta manera construir una historia que se escriba desde la fraternidad y el respeto, donde los conflictos y las guerras no sean páginas de oro sino de vergüenza, ya que son el reflejo de la negación del diálogo. La caída de los héroes de bronce y el alzamiento de elementos identitarios desde nuestro corazón mestizo e interculturales es el reflejo de esta necesidad de construir un relato histórico que sea de todos los habitantes de este hermoso territorio y no solo de los vencedores del proceso de consolidación del Estado-Nación.