Opinión: La escuelita de Ercilla y la violencia en la Araucanía

Opinión: La escuelita de Ercilla y la violencia en la Araucanía

03 Agosto 2012

¿Quiénes son los máximos aliados de estos grupos más extremos? (…) el propio Gobierno, ciertas ONG, que viven y lucran con platas del extranjero por esta violencia, y sectores de la Iglesia Católica en la Araucanía, que (…) apagan el fuego con bencina.

Gonzalo Arenas Hodär >
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Julio de 2010. Una delegación de cerca de 30 alumnos mapuches de la escuela rural “Millalevia”, sector de Chequenco, comuna de Ercilla, están sentados en las tribunas de la Cámara de Diputados.

El presidente de la Cámara los anuncia y los niños emocionados se levantan y saludan, mientras reciben los aplausos de los diputados que estaban en la sala.

Después de la sesión, los invité a almorzar al piso 14 de la Cámara, para felicitarlos por el aumento que habían obtenido en la última prueba Simce. Sigue siendo un puntaje bajo, pero es un gran logro para una escuela ubicada en una de las comunas con los peores puntajes Simce a nivel nacional (el 2012 recibieron el reconocimiento de “Excelencia Académica” por sus resultados Simce 2011).

Al final de su visita, todos nos sacamos una foto en la entrada del Congreso Nacional. Los niños estaban emocionados, los padres felices, los profesores orgullosos.

Junio de 2012. El Gobierno y más de 30 de las 42 comunidades mapuches en Ercilla inician diálogos para concretar el anuncio del Presidente Sebastián Piñera en orden a crear un Área de Desarrollo Indígena (ADI) en la comuna de Ercilla, lo que por primera vez permitirá tener en la zona una mesa que sirva de espacio para el diálogo social, territorial y político para el pueblo mapuche.

Julio de 2012. Encapuchados incendian la escuela “Millalevia” del sector de Chequenco, comuna de Ercilla, y dejan sin escuela a cerca de 130 alumnos mapuche.

¿Por qué quemar una escuela en donde asisten niños mapuches de escasos recursos y que estaban haciendo un esfuerzo importante por mejorar su nivel educacional?

¿Por qué recrudecer la violencia en Ercilla ante el anuncio de una de las peticiones más recurrentes de las comunidades mapuche de la zona, en orden a tener un diálogo político y territorial?

La respuesta no es tan compleja. Estos ataques resultan de la lógica de ciertos grupos, muy pequeños, dentro de la comuna de Ercilla, que se oponen al diálogo por la misma razón que se oponen al reconocimiento constitucional y también a que exista un mecanismo de consulta según el Convenio 169 de la OIT (aunque siempre griten a los cuatro vientos que lo quieren y luchan por ello). Porque institucionalizar la problemática mapuche les arrebata el único escenario en donde se pueden legitimar los grupos más extremos.

Estos grupos justifican siempre la violencia, porque necesitan de una reacción violenta también del Estado para subsistir y así poder perpetuar el círculo vicioso de la violencia en la zona.

Es por eso que lo mejor que les podría ocurrir a los grupos más extremos es que en vez del Área de Desarrollo Indígena para Ercilla (ADI) propuesta por el Gobierno, se aplique la ley antiterrorista, se declare estado de sitio y que los agricultores se armen, que más niños resulten heridos, que más comuneros terminen presos. Es el único contexto en donde pueden empoderarse y apropiarse ante la opinión pública y ante el resto del movimiento de la causa mapuche.

Sin embargo, esta realidad que trata de imponer este grupo minoritario, resulta nefasta para la causa mapuche y sus legítimas reivindicaciones históricas, porque deja de lado a esa gran mayoría de dirigentes mapuches, igual de combativos y convencidos, que luchan con las herramientas de la movilización social, de la protesta, de la denuncia, al más puro estilo de las grandes causas por los derechos civiles en la historia de la humanidad. Es decir, con la convicción de lo justo y con las manos limpias de armas y de sangre, lo que les otorga la verdadera superioridad moral ante quienes se oponen a sus demandas.

¿Quiénes son los máximos aliados de estos grupos más extremos? Aunque no lo sean conscientemente, son el propio Gobierno, cuando basa su política indígena sólo en el elemento represivo y de orden público; ciertas ONG, que viven y lucran con platas del extranjero por esta violencia, y sectores de la Iglesia Católica en la Araucanía, que muchas veces justifican moralmente dicha violencia y que más que tratar de llevar la paz, la unión y la concordia en la zona, apagan el fuego con bencina.

Por eso es que quienes realmente quieren un futuro para el pueblo mapuche y la Araucanía, aquellos que creemos (mapuches y no mapuches) que el pueblo mapuche está en la senda de su reconstrucción como pueblo y nación y con un imaginario de futuro esperanzador, debemos estar convencidos que en dicho contexto resulta más necesario que nunca conversar, dialogar para poder canalizar e institucionalizar las legítimas reivindicaciones del pueblo mapuche y no caer en la lógica de los grupos extremos.

Es por eso, que ante cada ataque incendiario, debemos responder con más diálogo; ante cada camión quemado, más dialogo; ante cada enfrentamiento entre mapuche y carabineros, más diálogo, sólo así lograremos ganarle a los grupos extremos el alma de la causa mapuche.

Los dirigentes mapuches y de gobierno debemos tomarnos en serio el tema de la violencia en la Araucanía y las respuestas del Estado ante ella, de lo contrario, terminaremos potenciando imaginarios de pueblo mapuche al estilo País Vasco, en donde la violencia tipo ETA es la protagonista de la lucha.

En oposición a ello, debemos luchar por un imaginario de pueblo mapuche empoderado y protagonista de su propio destino dentro de un contexto democrático e institucional.

En este contexto, resulta realmente devastador el que las autoridades de Gobierno no sean tajantes y claras en condenar el llamado a armarse por parte de algunos agricultores, y peor aún que algunas autoridades de gobierno dejen siquiera la duda sobre la legitimidad de aquello. Eso es simplemente colocar la lápida definitiva al conflicto y cerrar el círculo vicioso de la violencia por muchos años.

Es necesario que los líderes políticos, sociales y mapuches de la Araucanía impregnemos esta realidad con sentido común y buena fe, para así permitir encausar las legítimas aspiraciones del pueblo mapuche, aspiraciones que están para quedarse y que necesariamente se van a imponer por su propio peso. El tema es si a esa meta llegaremos conversando o a punta de balazos.

Por Gonzalo Arenas Hödar, diputado UDI.