Opinión: Buenos profesores, malos profesores, una pugna injusta

Opinión: Buenos profesores, malos profesores, una pugna injusta

01 Mayo 2015

Cuando centramos la discusión en buenos y malos profesores estamos realizando un ejercicio injusto al consignarles toda la responsabilidad a nuestros maestros por el presente y futuro de niñas, niños y jóvenes.

Rodrigo Duran >
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Una buena noticia para Chile, especialmente en el ámbito educacional, es el proyecto que propone una nueva carrera o institucionalidad docente la cual contempla, entre otros, la creación de un sistema de escala para los profesores, la adopción de una causal de despido para los maestros que no cumplan con las exigencias académicas, el aumento de horas no lectivas y el alza en los puntajes de ingreso a las carreras de pedagogía, entre otros. Hasta ahí todo bien y se agradece el esfuerzo por reivindicar un oficio que en países desarrollados goza de un alto estatus, pero que en nuestro país ha abierto nuevamente el debate en torno a buenos y malos profesores, pero ¿es justo consignarles la responsabilidad sólo a nuestros maestros? El tema, en lo personal, me toca y muy de cerca dado que soy hijo de profesora.

Partamos por comprender, si es que es posible, que sería un buen o un mal profesor. En lo general podríamos decir que un buen profesor sería aquél que tiene conocimientos sobre la materia que imparte, es responsable, inteligente, organizado, comprometido, puntual, tolerante, respetuoso, y sabe comunicar. Por el contrario un mal profesor podría definirse como irresponsable, impuntual, desorganizado, prepotente e injusto. Seguramente aquí usted ya comenzó el debate pero permítame complementar con el siguiente fenómeno que se da en la sala de clases: cuándo un profesor define reglas y las sanciones que correspondan en caso de incumplimiento para muchos estudiantes ese profesor es malo porque, aún cuando aprendan y sus clases sean buenas, no es un(a) “profe buena onda”. Por otro lado existen profesores que, aún demostrando nulo interés por enseñar y que sus alumnos aprendan, son catalogados como “buena onda” porque les permiten hacer lo que ellos quieran al interior del aula. Pero vamos a un ejemplo macro y coyuntural: la política, donde quienes adhieren a las ideas del actual gobierno consideran que “es bueno” mientras otros afirman que “es malo” todo, por cierto, construido en base a experiencias, subjetividades y valoraciones que poco y nada tienen que ver con que sea bueno o malo, en algo que probablemente los resultados al término de su gestión nos podrían ayudar a esclarecer, porque simplemente es.

Cuando centramos la discusión en buenos y malos profesores estamos realizando un ejercicio injusto al consignarles toda la responsabilidad a nuestros maestros por el presente y futuro de niñas, niños y jóvenes. Más aún cuando existen apoderados que envían a sus hijos al colegio bajo la premisa de que “el establecimiento es el responsable de la formación y crianza”. Ya quisiera ver a muchos de quienes piensan de esta manera enfrentarse a cursos de treinta, cuarenta o más personas donde cada individuo es propio es sí mismo, donde le precede una historia, una realidad, hábitos, costumbres, anhelos y capacidades cognitivas diversas que desafían diariamente a aquellos profesores que buscan que sus estudiantes aprendan en un ejercicio que, por cierto, no siempre se logra. Y dejemos algo en claro: la crianza de los hijos es responsabilidad de los padres, madres, apoderados y no de los profesores quienes, en gran medida, también resultan ser padres, madres y a veces, inclusive, psicólogos, terapeutas, magos, auxiliares de aseo y un sinfín de otras actividades que nos hacen olvidar la génesis por la cual aceptaron el desafío que implica la formación de personas. De ahí que el relato en términos educacionales no se debe sólo circunscribir a nuestros profesores sino que debe existir una interrelación entre el rol de las familias en el proceso educativo, el compromiso de los propios estudiantes con su formación y el respeto que deben tener hacia sus profesores, la ejecución de políticas públicas que impacten positivamente en el sistema y no sigan acrecentando nuestras brechas de desigualdad en base a una educación de calidad para todas y todos, una sociedad garante de la equidad y justicia social que provea oportunidades para el mérito y la movilidad a través de un nuevo pacto social que implique colaboración, generosidad, sentido de urgencia y una muy necesaria visión de país, inclusivo y dialogante, que sea beneficioso para todas y todos.