Jugando a la geopolítica futbolística: Análisis del declive del fútbol brasileño

Jugando a la geopolítica futbolística: Análisis del declive del fútbol brasileño

14 Julio 2014

Más allá del merecido título que obtuvo Alemania, el hecho más relevante que ha acontecido en este mundial es lo que se ve como el fin de la grandeza del fútbol brasileño, la principal potencia futbolística del mundo. 

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En este Mundial los chilenos vivimos en carne propia la inconmensurable arrogancia futbolística brasileña. No obstante, pocos se preguntaron sobre los porqués de esto. La respuesta es muy simple. Los brasileños han sido los mejores para el fútbol a la lo largo de la historia. Salvo en tiempos de la Naranja Mecánica o ante la Argentina de Maradona el país carioca ha contado con los mejores jugadores del mundo. De hecho, si analizamos sus derrotas en los Mundiales vemos que estás han sido producto de temas extrafutbolísticos (el juego sucio tolerado por los árbitros en 1966, el arreglo entre Perú y Argentina que los dejó fuera de la final en 1978, y el agua intoxicada de los mismos argentinos en 1990), o resultados fortuitos, que también se entienden por su exagerada autoconfianza (ante Italia en 1982 y Holanda en 2010). 

La soberbia de los brasileños es idéntica a la que expresaban ante todos los pueblos del mundo los grandes imperios como Roma, Gran Bretaña y China. Desde Occidente cuesta asumir que China ha sido la más importante civilización en la humanidad. El mismo hecho que sea el país más poblado del mundo se explica porque ellos podían alimentar a su ingente población, lo que no los europeos no lograron hasta la Revolución Industrial. Aunque China fue invadida y conquistada siempre logró resurgir, a diferencia de las grandes civilizaciones americanas que colapsaron con la llegada de los españoles. Tanta era la fuerza de la civilización china que los invasores terminaban adoptado su cultura en toda su dimensión, y llegaron a mimetizarse completamente con los habitantes originarios.

Paradójicamente, como lo sostiene Eric Hobsbawm, el historiador más grande del siglo XX, la misma grandeza china les impidió adoptar la cultura, y especialmente la tecnología occidental. Japón, que era un país mucho más débil, asumió que debían occidentalizarse para no ser dominado por los barbaros occidentales, como le ocurrió a Indochina (actual Vietnam), Egipto, Marruecos o la misma India.

Hubiese sido muy linda la historia si la eliminación brasileña ante Chile hubiese marcado el fin de la grandeza de su fútbol, tal como la derrota ante Japón en 1895, a quienes los chinos despreciaban tanto como los brasileños a los chilenos (futbolísticamente, claro). Pero la historia no se escribió de esa manera y el Waterloo brasileño fue contra los alemanes, que al igual que las tropas del mariscal Blücher contra Napoleón arrasaron con la débil defensa brasileña.

No obstante, en la política internacional era fácil predecir, como lo hizo Paul Kennedy en los años 80’ en su clásico “Auge y caída de las grandes potencias”, que China, con su gran fuerza cultural y la población más grande del mundo, se recuperaría y volvería a ostentar la primacía en el mundo. Pero las lógicas geopolíticas (cultura, recursos naturales, población, tecnología, etc.) no se traducen en el mundo del fútbol. Por eso, el balompié da espacio para que todos, aficionados, periodistas, técnicos, jugadores, podamos opinar y elaborar nuestras elucubraciones. Por eso el fútbol es algo que nos apasiona a todos, y la geopolítica sólo una cuestión de algunos sabiondos intelectuales.