Opinión: Una censura imaginaria

Opinión: Una censura imaginaria

15 Septiembre 2014

A los poetas chilenos no se les considera mucho, a menos que se apelliden Mistral, Neruda o Parra y éste último nos regala la posibilidad de mirarnos en el anti país que hemos construido, que se viste de democracia cuando apenas le alcanza para post dictadura.

Vivian Lavin Almázan >
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No deja de ser sintomático esto del centenario de Nicanor Parra: tenía que ser un anti-poeta para recibir una lluvia de homenajes como no se había visto por estas tierras. Tenía que una rara avis para que Chile completo se volcara y hasta la misma Presidenta fuera hasta su casa a saludarlo en su cumpleaños número 100.

La mandataria representando al Estado y a esos más de 17 millones de habitantes que nos aseguran vivimos en la que ha sido reconocida como tierra de poetas.

Había que vivir un siglo para ver a un país volcado en un inédito homenaje parrafantiásico.

Un despliegue poético que tuvo en El pago de Chile, esa intervención artística en la que el Premio Cervantes ahorca a nuestra pléyade presidencial completa, su punto más álgido. Una muestra que trae en su ADN la polémica, cuando la primera vez que se exhibió en el año 2006, el marco de la exposición Obras Públicas, en el Centro Cultural La Moneda,  se dejó sentir el fantasma de la censura. Una historia con ribetes poco claros, y que tuvo como protagonistas a la ex ministra de cultura Paulina Urrutia y a la entonces directora del recién inaugurado recinto Morgana Rodríguez.

El impacto que habría causado en la ex secretaria de Estado ver a todos los mandatarios de nuestra historia republicana y dictatorial colgados de una soga habría sido tal que habría solicitado prescindir de esta parte de la muestra. Las acusaciones de censura habrían terminado con Morgana Rodríguez fuera del Centro y la muestra inaugurada por el entonces presidente Lagos junto al mismísimo Parra. Nunca se estableció si fue El pago de Chile o el de Parra…Lo cierto es que en la avalancha de homenajes que se han preparado con ocasión de los 100 años del poeta, la Universidad Diego Portales montó una exposición llamada Voy&Vuelvo, con El Pago de Chile incluido.

La Municipalidad de Santiago contrató los servicios de pantallas digitales gigantes en Plaza Baquedano con imágenes de la muestra parriana de la que se excluyó a los colgados mandatarios y nuevamente el escándalo. El rector de la Universidad acusó censura en carta mercurial y la empresa reaccionó y se disculpó reconociendo un mal entendido, y en compensación prometió que los presidentes y sus mortales sogas serán mostrados en todas sus pantallas, no solo en Plaza Baquedano sino también Santa Lucía, Lira, Escrivá de Balaguer, Irarrázaval, Juan XXIII, Puente Tabancura y Vitacura.

A los poetas chilenos no se les considera mucho, a menos que se apelliden Mistral, Neruda o Parra y éste último nos regala la posibilidad de mirarnos en el anti país que hemos construido, que se viste de democracia cuando apenas le alcanza para post dictadura. Que presume de desarrollado con sueldos de pobres para el 80 por ciento de su población y se jacta de culto con una educación para iletrados. Un anti país que entrega sus recursos naturales prácticamente gratis y a perpetuidad a empresas transnacionales que venden luego a su habitantes/consumidores la luz y el agua más cara del continente. Que castiga a los lectores con uno de los impuestos más altos del mundo y premia a los ladrones que llueven a cascadas con sentencias que no les mojan sus abultadas billeteras.

Todo Chile recitando el poema El Hombre imaginario de Nicanor Parra y el poeta ni siquiera saca un brazo por la ventana de su casa para agradecer, seguramente y a su modo, un anti agradecimiento. Una modalidad de la que estamos demasiado acostumbrados con una anti libertad de expresión acotada por un duopolio de la prensa escrita que no produce ni cosquillas en los órganos que velan por ella, protegida por una anti Constitución promulgada en dictadura y maquillada por la Transición.

Un anti país donde, parafraseando a la gran Violeta, nuestro espíritu se quedó en esos 17 oscuros años con una censura imaginaria a la obra de un poeta después de vivir un siglo.