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El Anticuarentenismo: El nuevo fetiche de la derecha

15 Diciembre 2020

Y este dilema ético es el que divide a los economicistas de los salubristas ya que el costo económico e inversión pública son inversamente proporcionales al número de vidas que se resguardan del contagio del COVID-19.

Jorge Oyarce >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

La cuarentena, en medicina, es un término para describir el aislamiento de personas o animales durante un período de cuarenta unidades de tiempo no específico como método para evitar o limitar el riesgo de que se extienda una enfermedad o una plaga (Wikipedia). Esta definición nos debiera permitir reconocer al menos dos cosas:

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- En Chile no hemos aplicado una cuarentena

- No conocemos el impacto sanitario de la misma

Esto implica que lo que hoy estamos viendo es una inmovilización laboral asociada “rubros” específicos que no son de “primera” necesidad (segunda, tercera, cuarta y quinta también), que se traduce en que este bicho sin patas que conocemos como SARS-CoV2 transite a sus anchas apenas encuentre la posibilidad de hacerlo. 

Lo siniestro de esto es que grupos industriales han adoptado la esencialidad como el parangón de la normalidad, construyendo así vías de transmisibilidad del virus, conduciendo a extensas e ineficaces “cuarentenas” como fue la de Puerto Montt. Con ello han arrastrado a pequeños empresarios y emprendedores “no esenciales” o respetuosos de la cuarentena a debacles económicas considerables, generando a su vez anticuerpos contra la medida, el anticuarentenismo.

Es indiscutible que sanitariamente la cuarentena cuando se aplica funciona, tiene costos importantes, pero en rigor nunca podremos comparar el costo de una o la otra, sin embargo la gran diferencia es cuánto se valora la variable vidas en ambas ecuaciones. Y este dilema ético es el que divide a los economicistas de los salubristas ya que el costo económico e inversión pública son inversamente proporcionales al número de vidas que se resguardan del contagio del COVID-19.

Un gobierno mediocre, economicista y amarrete nos ha llevado a una situación donde percibimos que la cuarentena no sirve y económicamente nos encontramos hasta el cuello, profundizando ¿intencionalmente? el espíritu economicista de reacción ante la pandemia. Tal es el dilema ético que la propia Lidereza Ángela Merkel pareciera pedir disculpas por obrar bien.

En definitiva se ha instalado en Chile y en gran parte del mundo economicista la estrategia de inmunidad de rebaño o el “dejar contagiar” ajustada al indicador de saturación de los sistemas públicos, por lo general son las camas UCI y respiradores. En definitiva se refuerza la idea de que el sistema no colapsa y de que los “Estados cumplen”, trasladando con esto la responsabilidad al ciudadano; ciudadano que se mueve lo que el sistema le permite y un poco más, también hay que decirlo.

Gran parte de este movimiento responde a la intranquilidad del sostenedor, la falta de apoyo estatal, lo incierto del escenario futuro y la obligación intrínseca de una familia que mantener y deudas que pagar, las que, cual conejito DURACELL, no se detiene, consume y consume sin parar, hasta colapsar, obviamente la parte del colapso no aparece en el comercial, lo mismo que el escenario de un colapso sanitario se oculta con aires de grandeza, megalomanía y suficiencia, sin duda un juego al filo, un juego de alto riesgo, un juego que no es un juego económico.

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