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Un sueño: El hombre que quiere envasar el viento

15 Septiembre 2020

Cómo capturar ese recurso aparentemente inasible para darle un uso que sea valorable, se transformó en su obsesión. Su posterior formación como ingeniero mecánico le facilitó la búsqueda de opciones.

Robert Weissohn >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

Proviene de las estepas fueguinas. Pasó su niñez y juventud en la estancia familiar situada en la ladera de una colina para evitar el castigo de un constante viento helado. Su padre trataba de protegerlos construyendo cortavientos y plantando árboles pero él se maravillaba ante el despliegue natural de tanta energía.

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Cómo capturar ese recurso aparentemente inasible para darle un uso que sea valorable, se transformó en su obsesión. Su posterior formación como ingeniero mecánico le facilitó la búsqueda de opciones, se activó en él su impulso empresarial, ese que se despliega en ambiente de incertidumbre, donde el conocimiento es impreciso y se encuentra disperso. Así afloró la genialidad del empresario que tiene la perspicacia de encontrar un destino útil a tanta energía que simplemente pasaba frente suyo.

La fórmula técnica más probada es la generación eléctrica por medio del viento. Pero la electricidad no tiene suficiente mercado en una región alejada, aislada y poco poblada. Había que buscar la forma de transportar esa energía en forma eficiente. Su aplicación para descomponer la molécula del agua y obtener hidrógeno para ser usado como combustible fue el paso siguiente. El hidrógeno así obtenido por una fuente limpia e inagotable como es el viento fueguino tiene la enorme ventaja de ser además, un combustible amigable con el medioambiente ya que su combustión no genera CO2 como en el caso de los combustibles fósiles (petróleo y gas).

Pero ¿cómo transportar un elemento tan explosivo, que exige condiciones de altas presiones?

La solución que encontró fue obtener amoníaco del hidrógeno, que tiene la ventaja de no ser inflamable y no requerir de una compresión tan alta, siendo así mucho más fácil y seguro su transporte hasta los puntos de consumo donde se recuperaría nuevamente el hidrógeno para ser usado como combustible. De hecho, puede incluso ser transportado a través de los gaseoductos disponibles actualmente en nuestra región, incorporando a este proyecto instalaciones que están quedando en desuso por el agotamiento de las fuentes de combustibles fósiles. Y nuestro empresario muestra también generosidad cuando considera que esos gaseoductos pueden quedar disponibles también para muchos otros proyectos similares porque “el viento sobra en magallanes”. Los puertos de embarque en Clarencia, Gregorio y Laredo se reactivarían y la toda la región volvería a ser una fuente de energía, no solo para el país, sino para todo el mundo. “Magallanes saudita”, bromea lleno de entusiasmo.

Si bien el proyecto debe ser rentable para convencer la participación de los inversionistas, no es el afán de lucro su motivación principal. No lleva una vida ostentosa y sus otros emprendimientos le aseguran un buen pasar por el resto de su vida. La principal motivación de este, así como la de cualquier otro empresario cuando ya ha alcanzado sus metas personales, es la de servir al prójimo entregando un producto o servicio que sea valorado. La actividad empresarial beneficia a muchísima gente anónima y desconocida, los que obtendrán un trabajo en la planta de producción o en el transporte de hidrógeno en nuestra región, el taxista en Tokio que rellena el estanque de su vehículo con hidrógeno de magallanes y todos respirando un aire más limpio.

Reconocer y difundir esta realidad es imprescindible para facilitar la acción empresarial y no ponerle cada vez mayores dificultades, como acostumbra a hacer el mundo político, ya que es la única actividad capaz erradicar la pobreza y llevarnos al desarrollo.

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