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Pandemia desde la perspectiva de género: amenazas y oportunidades

03 Agosto 2020

¿Y qué implica la cuarentena? Para la mujer, seguramente es volver al rol de cuidadora, sin dejar de lado sus emprendimientos. La pandemia obliga a integrar lo público y lo privado, como una oportunidad para conciliar el trabajo con la familia.

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La pobreza multidimensional se verá profundizada como un efecto de la pandemia. Así lo plantea el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, lo que afectará a las poblaciones vulnerables y las mujeres, jefas de hogar y lideresas.

Las expertas en género de la Universidad Católica de Temuco que participaron de Diálogos País: Familia, Educación y Trabajo en contexto de pandemia hicieron un análisis que permite observar cómo las mujeres transitan en un contexto hetero normado en el ámbito del trabajo, la educación y las relaciones familiares, y que se profundiza durante la pandemia.

La Dra. Gloria Mora abordó la conciliación entre trabajo y familia en el contexto rural: ellas han transitado entre lo privado y lo público a partir de nuevos roles que se han visto obligadas a asumir. Este tránsito por lo general es complejo desde lo personal, familiar y social. Es necesario contar con redes de apoyo, redes que en la ruralidad no siempre existen. Se requiere aprender derechos como salir de casa, trabajar, recrearse, conversar, reunirse, procesos que deben lograrse a nivel de sus subjetividades y así instalarse en el ámbito público. Cuando se logra, se reposicionan los roles de madre y cuidadoras, se resignifica la vida privada y el ámbito del trabajo. Trabajar es una nueva forma de cuidar.

¿Y qué implica la cuarentena? Para la mujer, seguramente es volver al rol de cuidadora, sin dejar de lado sus emprendimientos. La pandemia obliga a integrar lo público y lo privado, como una oportunidad para conciliar el trabajo con la familia.

La académica Lilian Sanhueza sostuvo que el distanciamiento físico develó una crisis del cuidado, entendido como una actividad complementaria al desarrollo humano, que hoy es asumido por la mujer. En Chile, como en el resto de Latinoamérica, el 70% de las tareas del cuidado en las familias es desarrollado por mujeres y sólo un 27% por hombres. La escolarización en casa, el trabajo doméstico, el teletrabajo y el confinamiento generan un estrés que tensiona a la mujer. El retorno a las tareas domésticas ha propiciado que las lideresas ya no puedan asumir sus roles sociales.

La obligación de estar en casa ha puesto en riesgo a las mujeres. Al comparar los datos de femicidios a mayo del 2019 y 2020 este número se ha incrementado en un 300%. El aislamiento físico ha incrementado la vulnerabilidad de las mujeres que son más violentadas, ya que denuncian menos y en el caso de las cuidadoras cuentan con redes de apoyo disminuidas.

Los cambios demográficos han resentido la estrategia familiar del cuidado, pasando de familias extendidas a familias nucleares. Sumado a lo anterior, la emigración forzada por temas de educación, si bien puede significar un retorno de los hijos desde lo urbano a lo rural, genera una desestructuración de la planificación económica.

La Dra. Cecilia Fernández se refirió a las brechas de género en educación en el contexto rural. Si bien los datos mundiales muestran que la matrícula de mujeres ha incrementado, surge la pregunta de si ellas tienen igualdad de oportunidades en los procesos educacionales y posteriormente laborales. Los datos dan cuenta que esto no ocurre y que la brecha se incrementa en espacios rurales y a medida que avanza la edad escolar.

Asimismo, esta crisis impacta en el proceso de segregación educacional, asociado a la brecha digital, conectividad, espacio para estudiar, condiciones precarias en la ruralidad, capital cultural, entre otras. La pandemia ha agudizado la brecha entre lo urbano y lo rural, en la educación privada y la pública, los grupos en situación de pobreza y los acomodados, e indudablemente entre hombres y mujeres. Ya que se feminiza la pobreza, están desempleadas, tienen trabajos más precarios y posiblemente exista una mayor deserción educacional por parte de las mujeres.

En el caso de la educación superior, si bien la deserción es temporal, esta podría ser definitiva. Las niñas y jóvenes están propensas a tener un mayor rezago de aprendizaje toda vez que deben asumir tareas domésticas de cuidado, por ejemplo. En otros países, en el contexto de crisis sanitaria, la ruta educativa se ha visto interrumpida por embarazos adolescentes, ya que se ve disminuida la prestación de atenciones de salud reproductiva. 

Es indudable que la pandemia generará efectos económicos y sociales negativos en la vida de las mujeres, lo que nos obliga a relevar su rol en el contexto de las familias, resguardando sus derechos y promoviendo su desarrollo. Si bien lo anterior se debe abordar desde políticas públicas pertinentes a los territorios y con perspectiva de género, también podemos actuar desde lo local promoviendo e impulsando campañas que difundan los servicios disponibles para garantizar los derechos de las mujeres.

Por Bernardo Pardo, director regional Fundación Superación de la Pobreza - SERVICIO PAÍS, región de La Araucanía

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