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Ocio en pandemia: ¿Tiempo desperdiciado o práctica saludable?

28 Julio 2020

La historia da señales de avance cuando se formalizan accesos universales para la población en todas sus áreas, desde la salud, pasando por la educación y terminando en el ocio y esparcimiento. 

Ricardo Monroy >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Invitado

Quiero detenerme en la relevancia del ocio porque el cultivo de este es el primer vehículo para enfrentar estos tiempos pandémicos. Entonces, ¿qué hacemos como sociedad para incentivarlo?

A mi juicio, muy poco. El estar ocioso suena hasta peyorativo, sin embargo, quiero relevar este estatus de vida como el que posibilita crear hábitos de autocuidado, entiéndase mirar al horizonte detenidamente y/o leer un libro. Son estas dos formas de vivir que por sencillas que suenan, no están al alcance de toda la sociedad.

¿Por qué? Porque este sistema está abocado a entender la vida como una ocupación productiva que genera transacciones para consumir y explotar. Las conductas suicidas en adultos mayores aumentaron producto del estricto confinamiento, y esa ruina es culpa de la construcción por décadas de un sistema que desecha a quien no aporta con actividad económica.

Si nuestro país declarase las artes y el espectáculo como bienes esenciales, doy por hecho que esas tasas se reducirían significativamente, ya que nuestros abuelos y abuelas podrían estar ocupados disfrutando de obras de teatro, leyendo poesía o mirando películas.

Sueño con que comencemos a redescubrirnos, a limitar la explotación y el consumo, y crear una red de trabajadores del arte que sean tanto o más importantes que los de la salud, como medida de promoción de la cultura y el ocio para evitar enfermedades degenerativas.

Medidas como la venta de TVN son otra muestra de retroceso para el sector cultural chileno, porque no existe interés en los tomadores de decisiones públicas sobre reconvertir la señal en una plataforma que alfabetice a grandes y chicos en cultivo del alma, con contenidos que nos hagan pensar. Para ellos, la reactivación económica no camina con el ocio.

Otro mundo es posible, uno que recoja los saberes ancestrales de nuestros pueblos originarios, la pujanza y tenacidad de los defensores de los animales (seres que acompañan y dan amor), la pasión de deportistas y artistas por un cuerpo y mente sano.

Suficiente del salvaje incentivo a consumir antidepresivos o ansiolíticos, busquemos el relajo y el buen dormir consumiendo agua, escribiendo y disfrutando del silencio. Sólo así, a través de lo artesanal, superaremos nuestros miedos y viviremos seguros de nosotros mismos, despejando esa maldita clasificación llamada “pensionado” para reemplazarla, en toda su acepción, por “jubilado”, es decir, alguien que goza de júbilo. 

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