Se veía venir , aunque no con la rudeza de este año. El otoño fue un anticipo de los tiempos de rigor que se asomarían. La lluvia y las primeras nevazones indicaban que este invierno sería , como dice la canción, más duro que el anterior.(Y ahora estoy congelándome). 

Los campesinos empezaron a inquietarse cuando en abril las primeras nieves comenzaron a congelar los pastizales. Pero esperaban que sólo fuera producto del otoño. Pero no sucedió así y Junio los sorprendió con poco forraje y concentrado para sus animales. Las vacas, los corderos, los chanchos , los caballos, los chivos, las gallinas, en fin , todo lo que un pequeño agricultor posee, empezaron a sentir la crudeza de un invierno, que ya marcaba su presencia. 

Las continuas nevazones, sumadas a las lluvias y a las heladas bastaron  para que las comunas cordilleranas y precordilleranas de la Araucanía comenzaran a clamar por ayuda. Pero no ayuda para las personas, sino que para sus animales.  Porque los humanos están acostumbrados a estos rigores , pero el ganado no, el ganado no.

Es así que las autoridades fueron, los vieron, comprobaron la situación y comenzaron a tramitar los documentos. Zona de emergencia, situación de emergencia. En fin mecanismos legales para un solo objetivo. Entregar ayuda a los pequeños agricultores, que veían con tristeza y desesperación como sus inversiones iban quedando enterradas en la nieve, olfateando el pasto que se encontraba a metros bajo el espeso manto blanco, que cómo hace muchos años, no los aprisionaba de esa forma. 

Julio, mes de dolores, mes de sinsabores. Una espera que era calmada a goteras. La ayuda llegaba , pero no con la consistencia que esperaban. Veían pasar los fardos, venían pasar el concentrado alimenticio, veían pasar, veían pasar. La distribución se hacía lenta. Las condiciones climáticas lejos de ser solidarias , eran egoístas. No transaban, querían hacer sentir al hombre pequeño, sin protección, desválido. La naturaleza se hacía sentir de una forma a la que los campesinos se habían desacostumbrado. 

Fines de julio, el sol, un tibio sol desde Santiago entibió los corazones de estas personas que hacen patria hasta “donde el diablo perdió el poncho”. Las situaciones pasaron a ser zonas de emergencia. Todo se concretaba. La ayuda se hace más permanente y el alivio más potente.

Un Ministro, un Director Nacional, un  Intendente, un Alcalde y los directivos regionales llegaron hasta El Naranjo, en Lonquimay. Allí los hermanos Pehuenches estaban con las manos abiertas y lo corazones esperanzados. La ayuda estaba ahí. Las especulaciones de los mismos de siempre, que en vez de orientar, sólo desorientaban a quienes lo único que piden es claridad y respeto a sus necesidades, se quedaron enterradas en la nieve. 

Lonquimay,Melipeuco, Curarrehue y los sectores altos de las comunas de Pucón, Cunco, Curacautín, Vilcún, Collipulli y Villarrica están en emergencia agrícola. Sus habitantes saben que el invierno ha sido crudo. Por ello los anuncios fueron bien recibidos.

Cercos, incremento de pastizales, construcción de galpones , vacunación para los animales, concentrados alimenticios, forrajes y la promoción del plan Lonquimay, fueron los actos concretos presentados por las autoridades presentes en el diálogo con los campesinos. 

Porque la palabra abre caminos que la nieve intentó ocultar. Porque el diálogo es el espacio para anticipar lo que vendrá el próximo año. Porque hay que estar más preparados. Hay que cultivar, hay que guardar, hay que ser precavido. 

Hay que anticiparse a los hechos, antes que estos se anuncien y no se pueda volver atrás. Porque , a veces, no hay marcha atrás

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