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La esencia del fenómeno populista no debe buscarse en su fondo, sino que en su forma. Así lo plantea el intelectual mexicano Enrique Krauze [18] en uno de los textos que componen El pueblo soy yo (Debate, 2018), una colección de ensayos históricos y críticos que el autor compila con un claro objetivo: levantar una férrea oposición a la entrega del poder absoluto a una sola persona.

Dividido en cuatro secciones, el libro abre con una mirada a la cultura política latinoamericana, bajo el título “Anatomía del poder en América Latina”. Krauze dialoga y debate con la obra de Richard M. Morse, un pensador estadounidense atraído y, prácticamente, convertido por este subcontinente y que vivió sus últimos años en Haití, junto a su esposa natural de dicho país.

Morse percibe un espíritu político dicotómico heredado de España, en donde entran en tensión la visión de santo Tomás, con un Estado construido sobre los cimientos morales de una sociedad cristiana y comunitaria; y la de Maquiavelo, pragmática, alejada de todo precepto religioso e incluso firmemente amoral. Estas dos corrientes tienen su expresión en la monarquía absoluta, por un lado, y en el caudillismo de los siglos XIX y XX, por la otra.

La principal indagación de Krauze se enfoca en discernir por qué Latinoamérica ha sido terreno fértil para líderes populistas, carismáticos y autoritarios, así como la preponderancia que tiene el Estado sobre el individuo y los obstáculos que ha vivido la democracia liberal para establecerse en este territorio.

Para desenvolver sus argumentos, desfilan por las 296 páginas del libro los nombres de Juan Domingo y Eva Perón, Díaz Ordaz, Fidel Castro, Hugo Chávez y también Andrés Manuel López Obrador y Donald Trump, entre varios otros, de izquierda y derecha. Los dos últimos líderes mencionados suponen excepcionalidades para Krauze. En el caso de López Obrador, al plantear su temor de que México ingrese a una época de populismo personalista –la era del PRI es para el autor un ciclo de “populismo institucional”-, y respecto a Trump (el ensayo que le dedica se llama “Fascista americano”), por la anomalía que significa su estilo demagógico y autoritario en la tradición política de Estados Unidos.