Experta recomienda no dejarse llevar por la presión del consumo.
Navidad es tiempo de compartir. Eso es lo que más se escucha por estos días, y sin duda que para la mayoría de las familias lo es: papás, hijos, familiares y amigos reunidos para ser parte de un momento de encuentro y compañía.
No obstante, la festividad también es época donde el comercio hace sus mejores apuestas y sale en masa a mostrarse: promoción de regalos de todo tipo, acceso a préstamos, descuentos y promociones, todo con el fin de conseguir un regalo.
Pero ¿qué pasa cuando los padres no tienen suficientes recursos para un regalo material? o ¿cómo explicarles a los hijos pequeños que no hay plata para lo que ellos quieren?
Para esos momentos, la psicóloga infanto-juvenil de la Universidad San Sebastián, Fernanda Orrego, asegura que la respuesta puede ser planteada desde dos aristas: recordar el significado en sí de lo que es la Navidad y mostrar que esto es parte de la realidad; el que a veces no se cuente con los recursos económicos suficientes para lo que uno quiere.
Puntualiza que “para muchos hay una ilusión que el regalo perfecto o soñado es lo que hace feliz y en esa ilusión muchos hacemos esfuerzos inmensos por lograr generar esa felicidad en otro, sin embargo, esa felicidad es pasajera y que lo que verdaderamente hace feliz es poder tener relaciones de reconocimiento mutuo, validación y valoración”.
Es por esto -agrega Orrego- que “el desafío es no dejarse llevar por la presión del consumo y encontrar maneras de regalar momentos, palabras, y reconocimientos. Desafío a los más pequeños a regalar dibujos, a los adolescentes a hacer lo que a muchos más les cuesta: ayudar a poner la mesa o lavar los platos y entre adultos a darnos las gracias por ser parte de nuestras vidas”.
La psicóloga también puntualiza que “para algunos padres también aparece el miedo de que otros niños pueden hacerle notar a su hijo que su regalo no es el mejor de todos y efectivamente esto puede ser doloroso en ocasiones. Sin embargo, hacer regalos ajustados a la realidad propia logrando hacerlo con mucho cariño y dedicación le enseña a su los niños a ser felices con lo que verdaderamente tienen y que no es necesario tener lo mejor de todo para ser queridos y valorados. Tenemos que tener cuidado con transmitir la idea de que los padres que hacen los mejores regalos son los que más quieren a sus hijos”.
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