Tolerancia y morbosidad

Tolerancia y morbosidad

28 Abril 2012

La tolerancia per se no garantiza una mejor convivencia en la sociedad. Por cierto, ¿también deberíamos aceptar como normal a quienes opcionan por la droga y el alcohol?

Raul Pinto >
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El horrendo crimen del que fue víctima un joven -por su condición sexual- a manos de otros, cuyas edades no llegan a los treinta años, ha sido aprovechado por ciertos grupos para reavivar el tema de la tolerancia en nuestro país. Pero, lo cierto, es que hay un aprovechamiento de la situación; los grupos interesados mezclan sexo, drogas, violencia intrafamiliar, violencia juvenil, alcoholismo, etc. y lo envuelven en un solo tema: una supuesta intolerancia hacia la gente que tiene una práctica u opción sexual diferente.

La tolerancia per se no garantiza una mejor convivencia en la sociedad. Por cierto, ¿también deberíamos aceptar como normal a quienes opcionan por la droga y el alcohol? Hay que dejar establecido que, desde la óptica cristiana, todas las personas merecen respeto; cualquiera sea su condición de género y social. Y tal respeto debe ser recíproco.

Las cosas por su nombre: el hecho fue de una violencia inconcebible, sub humana. Hacen muchas décadas que –en nuestro país- no se tenían noticias de algo tan bestial. Un grupo de personas jóvenes, bajo los efectos del alcohol (¿y drogas?) después de un intercambio de palabras, sometió a una golpiza a otro en el mismo estado hasta que, literalmente, se cansaron de hacerlo; la víctima agonizó unas semanas antes de fallecer. Todos agonizamos con él y con sus padres. Una mezcla de estupor recorrió el país, por este hecho. Más aún, la noche en que ocurrió la infamia, hubo gente que vio o escuchó los gritos y golpes, pero no llamaron a carabineros o no fueron capaces de intervenir para detener a los agresores –ese también es un acto de cobardía y vergüenza- con su actitud validaron esa violencia, producto del alcohol y las drogas.

El desgraciado hecho, como se dijo unas líneas antes,  fue tomado por ciertos grupos para llevar agua a sus molinos, y se valieron de la condición sexual del fallecido para etiquetar la situación con el lema de la intolerancia hacia otras opciones sexuales. Quienes no comparten sus argumentos o derechamente los rechazan, fueron descalificados “por intolerantes y discriminadores”. Los políticos de uno y otro lado, prestos salieron a repetir las monsergas. Más aún, las Iglesias cristianas de la Nación tuvieron el dudoso privilegio de ser objeto de la atención y los insultos –otra Oda a la intolerancia- de un líder de “la minoría sexual”. Sin embargo, un dueño de casa que estaba limpiando su flamante camioneta en las puertas de su hogar fue baleado  por delincuentes –un grupo de jóvenes, otra vez- que no pudieron quitarle su vehículo, murió poco después en el centro asistencial ante el estupor de los suyos; no llegó autoridad alguna donde su familia a presentarles condolencias ni hubo velatón o desfile en contra de los asesinos.  Aunque la vida de este padre de familia valía tanto como la del joven atacado, la atención mediática y la opinión pública, lamentablemente se centraron en la condición sexual del joven atacado –alimentando el morbo, más bien- y no en la violencia que cada fin de semana se apodera de muchas calles, en cualquier ciudad del país. Es la violencia física y verbal asumida  como parte de la diversión por los jóvenes; promovida y practicada por gente de ambos géneros, de cualquier edad y condición social. Esto es fácil de ver en ciertos programas de televisión; y también se puede apreciar en las fiestas, en la calle, al interior y fuera de liceos y escuelas; entren los barristas, dentro y fuera de los Estadios, en las marchas estudiantiles, en adolescentes que roban los cajeros automáticos de los bancos y centros comerciales, etc. La violencia juvenil tiene ribetes de pandemia en nuestro país y, todavía más grave, es que los hechos de violencia son considerados como algo natural; no solo el alcohol y las drogas provocan la violencia sino también la sociedad con su parsimonia para reaccionar frente a ellos. Los medios, los profesores, las autoridades, los programas de televisión, la familia, la escuela, etc. todos tenemos una cuota de responsabilidad. Por ello es que todos tendríamos que ponerle atajo, antes que sea más tarde.