Opinión: "El modelo de desarrollo debe sustentar el buen vivir"

Opinión: "El modelo de desarrollo debe sustentar el buen vivir"

13 Julio 2015

La ética de producción y consumo debe ser motivada bajo el alero de la conciencia social con principios de sustentabilidad, entendiendo la diferencia entre lo superfluo y lo realmente necesario para el buen vivir.

Andrés Gillmore... >
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Uno de los cambios más sustanciales que requiere nuestra sociedad si queremos sustentabilidad y nos damos el tiempo para soñar un poco, es que lo ideal sería tener la capacidad de proyectar en el modelo de desarrollo altas dosis de buen vivir y en función de ese objetivo hacer del modelo económico algo más voluntarioso y solidario para la ciudadanía. Por mucha eficiencia que logremos en muchos otros aspectos, no bastan si no entendemos lo fundamental que es para una sociedad proyectar el valor del buen vivir en su población y cómo ello beneficiaria tremendamente el desarrollo de nuestro querido Chile.

Las sociedades tienen necesidades básicas que deben saber proyectarse en el modelo en temas como protección, descanso, ejercicio físico, trabajo, cultura, esparcimiento, medio ambiente; componentes dependientes de la proyección social del modelo y bajo ese sustento tener la capacidad de imaginar mucho más allá de lo que somos y si en lo que queremos ser. Al nacer somos incapaces de sobrevivir sin la adecuada protección, tenemos necesidades psicosociales que se relacionan directamente con la autoestima, seguridad y pertenencia, de necesidades que terminan determinando la confianza que tenemos en nosotros mismos y cómo proyectamos esas necesidades en la sociedad; de ahí la importancia que el proceso tenga en estas perspectivas el principio del cambio y entender que sin estos componentes con el paso del tiempo perdemos indicios de concordancia, armonía natural y proyección de futuro, de lo que hoy equivocadamente conocemos como satisfacción consumista, que es efímera y termina transformándose en un contrasentido total, haciendo que las sociedades intrínsicamente terminen siendo  autodestructivas.

En Chile lamentablemente el modelo carece de procesos de humanización, que explican la alta tasa de insatisfacción personal en la población, traducidos en sedentarismo, suicidios, alto consumo de drogas blandas y duras, farmacos, obesidad mórbida, depresión, liderando a niveles mundiales por nuestra juventud, precisamente por la falta del concepto del buen vivir como objetivo de vida ante la falta de humanización del modelo.

El fundamento básico para obtener un desarrollo moderno y eficaz, es tener la capacidad de tener en forma estrategica la proyección humana como valor estratégico sin perder el objetivo del buen vivir como concepto de vida, permitiendo la proyección generacional de la solidaridad como un acto de transparencia social y lealtad en la base estructural. Para el neoliberalismo representan variables innecesarias y disponibles por sí solas, que no son parte de la definición social del modelo y que el buen vivir es de característica personal y circunstancial, definidas por cada individuo, familia u organización social. Cuando a decir verdad son valores que deben reflejarse desde la misma estructura del modelo en la ciudadanía como componente vital en el concepto de objetivo de vida.

La ética de producción y consumo debe ser motivada bajo el alero de la conciencia social con principios de sustentabilidad, entendiendo la diferencia entre lo superfluo y lo realmente necesario para el buen vivir; los medios de difusión nos llenan de estrategias de convencimiento que nos hacen creer que la decisión se compone de intereses individuales, pero lo cierto es que el consumo es la decisión de intereses creados en forma colectiva, que promueven y manipulan los supuestos intereses para sacar ventajas comparativas, haciendo que el ciudadano común piense que es producto de su voluntad, pero no lo es, por el poder de los procesos en el cual se sustenta el modelo, que necesitan de un consumo exacerbado para sobrevivir, imponiendo prioridades que no lo son, con eficaces estrategias que el modelo debería regular y que hoy no regula, al trastocarse los valores de vida del núcleo social.

La sociedades nórdicas de origen vikingo con las que con tanto entusiasmo nos comparamos constantemente, tienen como concepto de vida el principio básico de relación y respeto hacia ellos mismos que representan como cultura en su relación con la prosperidad y su concepto de vida, formateado culturalmente por la forma en cómo consumen, producen y cuidan el medioambiente, proyectado con sentido histórico-cultural en las nuevas generaciones principios de austeridad social de lo que es reconocible como necesario y valórico, haciendo que sus economías esten constantemente en búsqueda del buen vivir, bajo valores propios y no ajenos, marcando la diferencia entre ellos y nosotros, con procesos solventes de una forma de vida heredado de sus antepasados, dirigidos por sabios druidas que veían la naturaleza como una inspiración y no como un principio de producción.

El debate constituyente ante el profundo cambio social que estamos viviendo en la actualidad, llega precisamente cuando habíamos comenzado a transitar por el odioso tedio de las grandes ínfulas autodestructivas del traicionero posneoliberalismo, que no entiende que los modelos deben estar en constante análisis y reestructuración y no pueden vivir eternamente inmóviles e intransigentes ante los procesos de cambio estructural, del peso lógico de la auto destrucción por el paso del tiempo, concepto hipotecado por el dogma neoliberal, hoy en franca desregulación hacia matices más humanos, con formas estables de regulación y posesión de los bienes comunes.

La expansión del neoliberalismo ha sido inversamente proporcional a la pérdida de la equidad social, con una constante violación de los derechos económicos, sociales, culturales, históricos y ambientales, personalizando la actitud y transformándonos en entes extremadamente individualistas, reflejado en la crisis existencial del modelo económico, social y político que nos tiene literalmente al borde del abismo.

La búsqueda de la libre competencia que por tantos años dominó el concepto de desarrollo, proyectando la reducción del estado económico como tal, apoyando de forma irracional el canibalismo empresarial, alentando la especulación financiera, energética, alimentaria, por una libre competencia que no es tal, al estar desprovista de normas regulatorias compuestas, por formas poco eficaces de los mercados de uso y bienes de servicio, permitiendo la concentración oligopólica o directamente la monopólica de la gestión, alentando la colusión de los grupos economicos, que con el tiempo se transformó en la tendencia del capitalismo neoliberal para lograr sus objetivos.

El buen vivir no puede ni debe ser marginado del objetivo del modelo de desarrollo y no debe ser considerado simplemente como una alternativa más en el espectro social; debe ser parte fundamental de la estructura estrategica. La construcción del concepto del buen vivir ha puesto en evidencia los errores y las limitaciones inherentes que han endiosado el neoliberalismo por décadas, cuestionando las bases fundamentales de lo que entendemos como progreso, crecimiento y posterior desarrollo, con una visión productivista y economicista, falto de conceptos sociales y de respeto por el ser humano.

Los ecologistas de profundis creen que el hombre esta en la tierra para servir a la naturaleza y el neoliberalismo económico, sustenta que el hombre como tal esta al servicio de la producción. Ambos conceptos olvidan que lo más importante es el ser humano en sí mismo y su proyección de vida y en ello debe sustentarse la ecuación estructural que todo modelo económico que se precie debe tener si quiere proyección. Reconociendo el trabajo en igualdad de condiciones en todas sus formas de inclusión como un deber social y no servir simplemente para producir más y ganar más; sino para vivir bien y mejor.