No hay lugar en el Universo donde podamos ocultarnos

No hay lugar en el Universo donde podamos ocultarnos

07 Septiembre 2013

Cuando el alma se prepara para abandonar el cuerpo, se suelta ya un poco de él y se activa también el subconsciente y algunas cargas del alma, que generan entonces esta película de la vida.

Juan Lama Ortega >
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Si la muerte se presenta de manera natural, es decir, debilitándose el cuerpo poco a poco, no como cuando sucede una muerte súbita por accidente, entonces algunos momentos antes del fallecimiento transcurre en la persona la llamada película de la vida. Cuando el alma se prepara para abandonar el cuerpo, se suelta ya un poco de él y se activa también el subconsciente y algunas cargas del alma, que generan entonces esta película de la vida. Alma y hombre reconocen en la película de la vida, en las imágenes, las situaciones que pueden arreglar o reparar todavía, bien en pensamientos bien con palabras. Alma y hombre las viven de forma muy plástica y presente, como si aquello que ocurrió antaño y no fue purificado, ocurriese ahora mismo.

Cuando la persona ha vivido orientada a Dios y puede aún arrepentirse, algunas cosas pueden ser liquidadas en los últimos instantes de la existencia terrenal. Una condición es que nuestros semejantes estén dispuestos a perdonar de corazón. Si no fuera así, el alma seguirá estando atada a estas causas y también al alma de aquella persona que no le ha perdonado. En esto vemos la importancia de vivir conscientes de cómo nos comportamos, y de examinarnos antes de hablar y actuar.

Si el hombre acepta su muerte y se ha preparado para ella, podrá experimentar conscientemente la misericordia divina en las horas de la muerte. Mientras la respiración fluye suficientemente por el cuerpo, alma y hombre observan con tranquilidad aquello que se ha presentado para ser purificado. En nuestros últimos días y horas terrenales, a cada uno se le hará consciente sólo tanto como pueda superar. En la hora de la muerte nos es dada la fuerza para purificar lo reconocido mediante el perdonar y el pedir perdón y para enmendarlo en la medida de lo posible. Que alma y hombre sean o no capaces de percibir esto, dependerá únicamente de la manera en que el hombre haya pensado y vivido.

Durante toda la vida y también en el momento de cerrar los ojos definitivamente, el mundo divino da al hombre una ayuda tras otra. Después de la muerte las ayudas del mundo divino siguen para el alma, aunque de un modo diferente, pues en los planos de purificación se trata de expiar y no de superar. Esto significa que hasta nuestro último aliento terrenal tenemos la oportunidad de reparar lo que hayamos causado a nuestro prójimo,y lo que hayamos causado contra las leyes de Dios que conocemos en los 10 Mandamientos. Cada persona determina que el Más allá se le presente como cielo o infierno. Cada alma vivirá allí todo lo que causó con su sentir, pensar, hablar y actuar. En todo el Universo no existirá ningún rincón en el que esconderse de aquello que sus propias imágenes le reflejan. Tampoco tendrá pastillas para aliviar los dolores y eliminar lo que causó a sus semejantes siendo hombre y que ahora tiene que sufrir y soportar ella misma.

Nos llevamos al otro lado todo, tanto la luz como las sombras. Si vivió cada día conscientemente esforzándose en cumplir las leyes del Universo, que son las leyes cósmicas del amor, el alma entrará después de la muerte física en esferas de irradiación luminosa y fina y seguirá viviendo con seres luminosos con los que ya ha estado en comunicación siendo hombre. El alma oscura pasará delante de sus demandantes que le acusarán e inculparán por su comportamiento, que le acosarán y perseguirán en su interior y que le estarán amenazando y ocasionando el fuego infernal, porque ella ha traído su propio infierno.

Juan Lama Ortega

Radio Santec