La importancia de la educación cívica en el desarrollo social del Chile de hoy

La importancia de la educación cívica en el desarrollo social del Chile de hoy

03 Agosto 2014

En la actualidad ser ciudadano representa mucho más que simplemente formar parte de una sociedad y exigir.

Andrés Gillmore... >
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La educación cívica se ha transformado en pleno Siglo 21 en uno de los grandes problemas de nuestra sociedad, a pesar de tanto debate por mejorar la educación aun nadie se ha preocupado del tema como corresponde y no hay duda que es un gran vacío en la educación. No podemos pretender ser un país con ínfulas de desarrollado si tenemos una ciudadanía ignorante en temas cívicos. A lo largo de todo Chile se están creando comisiones de representación, grupos de trabajo para trabajar por una regionalización y una descentralización efectiva, pero no contamos con ciudadanos preparados a cabalidad que les posibilite fundamentar sus opiniones con conocimiento.

Las nuevas generaciones y las que no lo son tanto, no saben que son los partidos políticos, que representan sus diferentes ideologías políticas, sus diferenciaciones, sus responsabilidades y derechos, como funciona un municipio, las funciones del Estado y tantas otras cosas básicas que debe saber comprender un ciudadano en la realidad actual. Las organizaciones sociales no cuentan con un conocimiento de la realidad cívica. Estamos estableciendo procesos de participación ciudadana en temas de relevancia, sin contar con una materia prima instruida que permita tomar decisiones coherentes y con conocimiento de causa, por ende extremadamente manipulable.  

En la actualidad ser ciudadano representa mucho más que simplemente formar parte de una sociedad y exigir. En un mundo tan competitivo como el actual, manejado por intereses no muy sanos, por una globalización que ha demostrado el gran perjuicio que acarrea, implica necesariamente contar con un ciudadano instruido, con conocimiento cabal de su realidad y de su cultura, aportando al entorno social con una base real de sustentación y no en andas como sucede actualmente.

Debemos tener la capacidad de entregarle a la ciudadanía una adecuada y responsable educación cívica, que les permita tomar decisiones en base a su propia realidad, que a su vez sustenten una cultura ciudadana responsable y con esa sustentabilidad lograr los cambios a través de una participación responsable, cuidando los valores sociales en su conjunto, con identidad propia, deliberando con conocimiento sobre su realidad, analizando sobre ella, razonando sustentablemente, rebelándose y velando por el bien público.

Al no contar con una cultura cívica apropiada, cuesta avanzar como deberíamos a la hora de renovar las lideranzas y las ideas; si analizamos bien la realidad actual no hemos tenido la capacidad de crear ideas nuevas e innovadoras, en el fondo lo que hemos estado haciendo, es  renovar cíclicamente los viejos discursos de siempre y permitido que continúen liderando los mismos de siempre, que en muchos de los casos solo cuentan hasta cinco y lo que necesitamos es que cuenten hasta 20.

Producto de esa ignorancia cívica que en muchos de los casos supera totalmente el posible desenlace final, beneficiando a los mismos de siempre lo que no es un tema menor; muchos han decidido abstraerse, renunciado a ser participes de su responsabilidad cívica, perjudicando la democracia participativa, quitándonos energía, vitalidad y la sustentabilidad de los conceptos, para que los procesos sean valederos y representativos.

Cuando un país es sustentado por una ciudadanía sin capacidad de discernir responsablemente, sin entender a consciencia el discurso de lo que esta opinando y lo que le están presentando, es difícil ser positivos con respecto al futuro. La diferencia que permite el desarrollo de un país, no es como nos quieren hacer creer, que todo se reduce al poder adquisitivo con que cuentan los ciudadanos; lo que realmente marca la diferencia y proyecta definitivamente a una sociedad, es la responsabilidad social que se obtiene a través del conocimiento de su propia realidad y los procesos de sus diferentes organizaciones y como estos pueden proyectarse para lograr beneficios. Esa realidad ha permitido que los gobiernos sean elegidos con mayoría y luego gobiernen en minoría, producto de la falta de discernimiento de una ciudadanía que no sabe evaluar a la hora de elegir.

Las generaciones que fueron educadas bajo la dictadura militar, han tenido que lidiar con esa ignorancia cívica que caracteriza a esas generaciones, donde les enseñaron a menospreciar todo lo que tenia que ver con sociedad, cultura, medio ambiente y derechos humanos, inculcándoles que pensar, entender y ser, no era bueno; que lo mejor era saber calcular, que el resto no servía. Hasta el día de hoy convivimos con el resabio de esa visión de sociedad y lidiamos con la intolerancia y la mirada despectiva a historiadores, sociólogos, antropólogos y cualquier profesión que piense existencialmente y socialmente, porque enseñaron que esas profesiones se relacionan con problemas insuperables, de mentes maléficas, que quieren que todos sean pobres, cuando es todo lo contrario.

El bien común es el principio básico que persigue todo Estado en cualquier ideología y bajo esa característica debe ser un arbitro imparcial, que este fuera de toda duda, pragmático a la hora de evaluar con el objetivo supremo de concretar políticas de desarrollo, defendiendo los bienes comunes y bajo ese fundamento sustentar los acuerdos y las diferentes resoluciones, proyectando una visión compartida, como un reflejo decisorio de ese rol, entendiendo, que lo que puede ser valioso para algunos, puede ser insignificante para otros. El Estado es en si mismo un bien social, encargado de establecer las prioridades, velando por el balance social.

La realidad moderna no puede y ni debe aceptar ciudadanos ignorantes de su realidad en el mundo globalizado; el fundamento debe ser la educación con respeto, con el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, entendiendo la importancia que cada uno de los ciudadanos cuente con la capacidad de un raciocinio propio, guiado bajo conceptos sociales de lo que representamos como sociedad cultural, con principios que fundamenten nuestras decisiones con ética y moralidad, con sentencias claras y no bajo supuestos que en muchos de los casos no entregan la sustentabilidad para hacernos libres y conscientes.

El retroceso en este sentido queda de manifiesto cuando estudiamos la historia y fácilmente constatamos que a finales del siglo XIX y principios del XX, los programas de estudios reforzaban las nociones de ciudadanía, memoria e identidad, estableciendo deberes y derechos en colegios y universidades educando a los futuros ciudadanos. El ramo de historia enseñaba entre otras cosas, conceptos de las diferentes instituciones, lo que representaban, como actuaban, enseñando que a pesar de todo debe trabajarse arduamente para mantener la libertad, el desarrollo y la estabilidad social.