Opinión: Ciudadanía, partidos políticos y los intereses creados

11 Enero 2015

El problema que enfrentamos en la actualidad con los partidos políticos, es que cuentan con una excesiva autoridad pero sin legitimidad en la representación que dicen tener, con serios conflictos de intereses.

Andrés Gillmore >
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La realidad política ha cambiado sustancialmente en los últimos años en nuestro querido Chile; pasamos de tener una representación política que creíamos confiable y creíble, a la triste realidad de hoy, donde reina la desconfianza con una naturalidad tal que termina por coartar cualquier intento por mejorar los procesos y hacerlos verdaderamente más representativos y más que nada lo que se aprecia desde el mundo ciudadano, es una clara unificación de criterios donde encontramos muchos tejados de vidrio.

Los partidos políticos desde siempre han representando un porcentaje mínimo de la población, a decir verdad hemos descubierto que son verdaderos “grupos de poder”, en regiones hemos entendido que nunca han trabajado por el desarrollo sustentable de los territorios, si de sus propias aspiraciones, totalmente contrario si queremos una regionalización efectiva y una verdadera delegación de la toma de decisiones. Como un ejemplo claro de esa dicotomía que hoy es irónica y manipuladora, que repetí hasta el cansancio en su momento; esta la aprobación de la ley de Pesca, “la llamada Ley Longueira” aprobada por las oscuras relaciones de los partidos políticos con los grupos de poder, que hoy entendemos que más que perfeccionar la ley como fue el discurso, en realidad ayudaron a que los industriales pesqueros se apoderaran de nuestro mar, en total contrasentido de lo que querían los habitantes de las regiones, que finalmente privatizó un mar que nos pertenece a todos y terminó por destruirlo definitivamente por los oscuros intereses.

Por eso en la actualidad el tema de los partidos políticos y muy especialmente los políticos es tan controversial; en el mundo ciudadano carecen de respeto, por sus haceres, desaceres e intereses, que más que entregar soluciones, son serios impedimentos para lograr los objetivos ante los procesos de cambio que tanto necesitamos como sociedad.

La dicotomía actual entre los partidos políticos y la ciudadanía, nos tiene a merced de esos intereses y en la actualidad no tenemos una representación del conjunto de los intereses sociales que necesitamos recomponer y lo que es peor, sin capacidad alguna de tener una injerencia real en la toma de decisiones, con participación y trabajo en equipo, con una representación que hoy  no tenemos y que lamentablemente esta bajo jurisdicción de estas organizaciones tan desprestigiadas.

El problema que enfrentamos en la actualidad con los partidos políticos, es que cuentan con una excesiva autoridad pero sin legitimidad en la representación que dicen tener, con serios conflictos de intereses, con posturas y discursos que más que representar un camino hacia la sustentabilidad social, representan una clara contradicción en el fundamento del proceso de cambio estructural.

Los partidos políticos se dejan llevar por sus propios intereses, sus componentes dicen que hacen pero en verdad no hacen; en épocas de crisis y de transición política como la actual, transforman la democracia en una simple delegación de intereses creados con redes protectoras para perpetuarse ellos y sus intereses, concentrando un poder de decisión que no merecen, perjudicando la cohesión social, vulnerando el discurso ético y moral con su mal ejemplo, con el riesgo innecesario de producir rupturas institucionales profundas, ante la extremada concentración del liderazgo que dicen tener, con un carácter tan unilateral por solo ser leales a ellos mismos y nadie más, que ponen en riesgo todo el proceso social.

Si de verdad queremos implementar una agenda con objetivos representativos de los intereses de la ciudadanía con sustentabilidad y proyección, deberíamos entender que bajo los presupuestos de los partidos políticos, es improbable que logremos los cambios que verdaderamente necesitamos, con el riesgo real de ser menos profundos, lentos y costosos, por una ciudadanía cansada de la manipulación ideológica que nos rige en la actualidad.

Sus intrincadas redes y subterfugios sustentados en diversas leyes hechas para sus acomodos, niegan toda posibilidad que puedan ser castigados electoralmente por el modelo imperante y que ellos construyen para perpetuarse, elevando considerablemente los índices de corrupción y sobre todo, construyendo estructuras paralelas y clandestinas, que no son una garantía de transparencia por decirlo de manera diplomática.

La vulnerabilidad de los partidos políticos frente a las diferentes presiones corporativas es tremenda; en Chile esta debilidad ha quedado demostrada con el escandalo del BANCO PENTA y sus diferentes ramificaciones, de un secreto a voces que todos los partidos políticos sabían y que ocultaban todos por los diversos intereses creados, que es una arista más dentro de otras varias en el intrincado mundo político, ante los diferentes grupos de interés y sus cohechos, que luchan incesantemente por lograr el control del aparato burocrático del estado, para usufructuar de una y mil maneras de la toma de decisiones y conseguir beneficios propios, con una politización ideológica tan extrema, que transformaron al poder ejecutivo en un enemigo en potencia y eso bajo supuesto alguno puede ser positivo.

El problema de los partidos políticos radica en su ineficacia para solucionar las crisis y gran parte de sus deficiencias son sistémicas, por su exacerbado centralismo en la toma de decisiones, atentatorias hacia los objetivos de la mayoría. Si queremos un país sustentable democráticamente  y que esta democracia represente un futuro para todos y no solo para algunos, el partidismo exacerbado que rige en la actualidad, sin duda alguna no es la formula y más temprano que tarde nos daremos cuenta, que debemos cambiar del presidencialismo actual al parlamentarismo del futuro.