Chile no es una empresa, es un país

06 Mayo 2012

El país ha sido tomado por las estrategias de desarrollo de las transnacionales, cuando es el Estado mismo quien debería ponerlas en práctica como debería ser.

Andrés Gillmore... >
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Los procesos de cambio que se están gestando en el país, provocado por una ciudadanía cansada de tanta inconsecuencia por parte de nuestros gobernantes en continuar con un modelo económico que no da para más, tienen un solo objetivo, cambiar los juicios de valor en los cuales nos estábamos fundamentando y conseguir un desarrollo que llegue a todos los chilenos. En teoría este “desarrollo” se ha puesto en práctica bajo el precepto del chorreo, teoría más teórica que práctica, que nos ha determinado y no ha sido consecuente con sus meritos teóricos, que al transparentarse la información, nos ha demostrado que no es tan así, sobre todo si confundimos consumismo con desarrollo, eje sustancial de la problemática actual, que nos encandiló durante décadas y la desigualdad se transformo en una institución.

No habría que ser muy instruido ni muy analítico, para ver que la base de sustentación del modelo económico es deficiente, si pensamos en un Chile para todos. Desde siempre sabíamos que tanto consumismo no era algo sano, pero los números lo avalaban. Fuimos tan inocentes y dejados por decirlo en forma educada, que pensamos que la industria del retail era sinónimo de desarrollo.

Somos uno de los únicos países del mundo, que tomamos el modelo de la economía social de mercado y le sacamos la palabra Social, transformamos al modelo en algo muy distinto del formato original. Modelo presentado en Chile por su propulsor, el economista de la Universidad de Chicago Milton Friedmann, que transformó a Chile en un laboratorio y en un par de años nos transformó en un pais prestador de servicios. Destruyendo de una pasada toda la industria nacional que existía. Tuvimos hasta la década de los 90, textiles, menajes, y construimos hasta locomotoras entre otras cosas. Creímos en el falso paradigma que el mercado es el amo y señor, pero no sabíamos que el mercado tenía dueño, las transnacionales.

Este modelo tan poco equitativo y funcional que con los años nos transformó en sus comienzos en un modelo revolucionario por el atajo y la simpleza, pero que al día de hoy necesita ser reajustado y devolverle ante todo la palabra social, con estrategias más solidarias, humanas y con respeto.

El desarrollo del Chile actual, se ha logrado por el atajo que ha significado vender los recursos naturales del país, lo que nos ha significado un costo tremendo para los habitantes, que han sufrido el escarnio de ver en muchos casos sus vidas destruidas por este formato. Además el modelo ha estimulado el consumo de segmentos de la población en una intención de comprar con lo fácil a la población, en segmentos sociales que en ningún caso reunían las condiciones para sobre endeudarse, como le ha ocurrido a la clase media, media baja chilena, lo que creó una falsa sensación de desarrollo, que nos ilusionó por momentos, ante una proyección que no es real y que nos tiene complicados, con un futuro incierto, si no tenemos la capacidad de cambiarlo a un modelo más social y más equitativo.

El problema de fondo, es que el estado chileno se ha transformado en un estado mórbido, no trabaja solo recauda. Sin ninguna capacidad de fiscalización y lo que es peor, sin capacidad de generar estrategias y protocolos de desarrollo reales, que tengan una visión de Estado, de acuerdo con nuestros propios intereses. El costo ha sido alto para los menos privilegiados, permitido por un Estado que no ha protegido al país como debiera ser, de las intervenciones de las transnacionales extranjeras, que como es lógico solo piensan en sus accionistas y en lucrar a como de lugar, sin importar las implicaciones. Este Estado que es de todos, hoy ya no lo es, es solo de algunos, dejando en manos del mercado el balance entre la justicia social y la justicia ambiental.

El país ha sido tomado por las estrategias de desarrollo de las transnacionales, cuando es el Estado mismo quien debería ponerlas en práctica como debería ser. Si no tenemos la capacidad de entender las consecuencias a futuro de este formato, que necesita más orden y disciplina por el bien de Chile, este desacierto fundamental nos pasará la cuenta y muy pronto.

El Estado chileno de hoy, es un mero observador, atacado por los intereses personales de los propios particulares dueños de empresas y operadores del sistema, que han sido parte de los diferentes gobiernos, que han recibido grandes sumas de dineros por sus alianzas con el capital extranjero, transformándolos en brókeres y comisionistas, que hacen caso omiso de la realidad del país, al aprobar leyes que van en contra de los verdaderos intereses de la nación y van en directo beneficio de ellos mismos, de sus propios intereses y de las transnacionales.

Una de las leyes emblemáticas que demuestran la teoría, es la actual ley ambiental, que solo favorece a las grandes transnacionales, para que actúen a sus anchas y este estado mórbido como lo he denominado lo ha permitido a pesar de todo. Especializado en administrar el país como una empresa, pero un país no es una empresa. Un país responde a criterios muy diferentes. Su motivo de vida no solo es el lucro y los balances de fin de año. En el viven personas, que tienen sueños, esperanzas y planes de vida, que necesitan un estado fiscalizador, con ética y conciencia social, que debe trabajar por el buen vivir de todos y no solo de algunos.

El trabajo no debería ser calificado como un costo de producción, si queremos mejorar la calidad de vida de los chilenos. No podemos justificarnos ante nosotros mismos con el discurso simplista, que de hacerlo perdemos competitividad, porque en otros países se paguen salarios menores. La ética y la consciencia social es lo que diferencia un Estado de una empresa y eso no podemos olvidarlo nunca.