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Una primera pregunta. ¿Quién amenaza a quien? La amenaza debe ser entendida -creo- desde una perspectiva realista. Bajo tal prisma, es evidente que el senador Muñoz no "dará muerte" al diputado Quintana; no obstante este último al dar la autorización o negligentemente dejar al arbitrio de su asesora de prensa una campaña de desprestigio, se hace encubridor o cómplice de sus dichos. En otras palabras, es el señor Quintana y sus asesores quienes amenazan el futuro político y la honra del senador, y esto se debe a las aspiraciones senatoriales del señor Quintana, quien acepta expresa o tácitamente una campaña de la peor calaña. Sí, estamos en democracia, pero el todo vale es inaceptable para un político respetado como el diputado en comento.

Segunda pregunta. ¿Está tan temeroso el diputado Quintana de perder las primarias que se asiste de un método tan dañino para los valores éticos de la democracia? Al parecer el diputado acepta un juego que le puede dar un rédito peligroso. O su táctica funciona o le da un adjetivo de embaucador de la fe pública.

Tercera pregunta. ¿Dónde termina esto? No son los tribunales quienes decidirán este pleito, no es la cúpula del PPD quien lo hará; son los ciudadanos, obreros de esta democracia perfectible quienes darán su veredicto. Y mi opción, por su bajeza, no es la del Sr. Quintana, a quien le falta -al parecer- volver a ser ciudadano común y corriente para ver que ser un congresista, más que ingienería política, es un cargo de honor. Honor que a mi parecer ya no merece.