Del Repuertero, un poeta le canta a Allende
Publicado por Cecilia Gallardo:
Publicado en: Sábado 28 de Junio 2008 12:40:25 PM
Este es otro poema de Fernando Lamberg
MUERTE Y RENACIMIENTO DEL COMPAÑERO ALLENDE
Apoyó el cañón de la metralleta contra su barbilla
El combate había durado varias horas.
Desigual combate entre un puñado de valientes
y las desatadas furias del infierno.
Las bombas de los aviones incendiaron el palacio.
El alcanzó a incendiar un tanque enemigo.
La metralleta era el regalo de otro combatiente,
de un combatiente que llegó al poder
por la justicia y la violencia;
pero él, el hombre que estaba entre las llamas,
alcanzó el poder por la elección del pueblo
y juró defender el poder que recibió,
la confianza en él, la amistad, la fe.
Juró defender con su vida el poder popular,
el mandato que le fue entregado.
Vivió heroica y dignamente
y sabia la ruindad de sus enemigos.
Sabia que la infamia tratarla de ofenderlo y humillarlo.
No quiso que quebraran sus manos.
No quiso que las águilas del imperio
rasgaran sus entrañas.
Sabía que su recuerdo brillaría
sobre la calumnia y la infamia.
En un segundo pasaron ante él las imágenes de su existencia:
los años de estudiante, de médico, de senador, de presidente,
todos los años con el pueblo y para el pueblo.
Otra vez la oligarquía había ganado una batalla;
pero no había vencido en la guerra
porque esa guerra continuará hasta que cada niño
sonría ante un vaso de leche,
cada joven pareja se detenga a contemplar las nubes,
cada anciano sienta en sus venas
una chispa de la antigua primavera,
cada sendero lleve hasta la paz y la justicia.
Oprimió el cañón contra su barbilla y disparó.
Con la ráfaga de la metralleta
comenzó su largo camino hacia las anchas alamedas.
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Del Repuertero, un poeta le canta a Allende
Publicado por Cecilia Gallardo:
Publicado en: Sábado 28 de Junio 2008 12:40:25 PM
Este es otro poema de Fernando Lamberg
MUERTE Y RENACIMIENTO DEL COMPAÑERO ALLENDE
Apoyó el cañón de la metralleta contra su barbilla
El combate había durado varias horas.
Desigual combate entre un puñado de valientes
y las desatadas furias del infierno.
Las bombas de los aviones incendiaron el palacio.
El alcanzó a incendiar un tanque enemigo.
La metralleta era el regalo de otro combatiente,
de un combatiente que llegó al poder
por la justicia y la violencia;
pero él, el hombre que estaba entre las llamas,
alcanzó el poder por la elección del pueblo
y juró defender el poder que recibió,
la confianza en él, la amistad, la fe.
Juró defender con su vida el poder popular,
el mandato que le fue entregado.
Vivió heroica y dignamente
y sabia la ruindad de sus enemigos.
Sabia que la infamia tratarla de ofenderlo y humillarlo.
No quiso que quebraran sus manos.
No quiso que las águilas del imperio
rasgaran sus entrañas.
Sabía que su recuerdo brillaría
sobre la calumnia y la infamia.
En un segundo pasaron ante él las imágenes de su existencia:
los años de estudiante, de médico, de senador, de presidente,
todos los años con el pueblo y para el pueblo.
Otra vez la oligarquía había ganado una batalla;
pero no había vencido en la guerra
porque esa guerra continuará hasta que cada niño
sonría ante un vaso de leche,
cada joven pareja se detenga a contemplar las nubes,
cada anciano sienta en sus venas
una chispa de la antigua primavera,
cada sendero lleve hasta la paz y la justicia.
Oprimió el cañón contra su barbilla y disparó.
Con la ráfaga de la metralleta
comenzó su largo camino hacia las anchas alamedas.