Fuente: Blog Rolando Jimenez
Los senadores favorables a la propuesta explicitaron con fuerza que el respeto a los derechos humanos y la legislación civil en nada se relacionan con ideologías de izquierda, derecha o centro, ni tampoco con las religiones, pues lo que corresponde a un Estado es garantizar la igualdad a todos sus habitantes, sin discriminación de ningún tipo.
También dejaron claro que los derechos humanos no pueden quedar a decisión de las minorías o las mayorías, ya que son universales y en este proceso de sensibilización el movimiento de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales jugó un rol protagónico que contó con la decidida colaboración del Gobierno.
Al comparar los discursos de las autoridades chilenas y la argentinas sobre los derechos de la diversidad sexual, resulta notorio que el debate de todos los representantes de nuestro Estado es prehistórico y básico, lo que implica una deuda con el respeto integral a los derechos humanos. Primero porque la clase política no ha cumplido ninguna de las promesas para avanzar hacia la igualdad. Segundo, porque dichas promesas son limitadas, siempre tienen letra chica y en ningún caso apuntan a la igualdad plena, siendo la oposición casi total al matrimonio y a la adopción por parte de parejas del mismo sexo el más emblemático y cruel ejemplo. Y tercero, porque nuestras autoridades siguen trasladando sus visiones religiosas e ideológicas al campo del Derecho, pasando por alto que vivimos en un Estado laico desde 1925.
La mayoría de los senadores argentinos no se dejó secuestrar por la irracionalidad de los argumentos opositores al matrimonio homosexual que hablan de debilitamiento de la familia, de crisis sociales, de inmoralidades, atrocidades y de las peores catástrofes humanas, sin precisar, ni decir, ni menos demostrar cómo y cuándo la legalización de parejas compuestas por personas del mismo sexo afectará al resto de los ciudadanos y ciudadanas.
Argentina es el décimo país del mundo en permitir el matrimonio homosexual y la experiencia demostrará que en nada se afectará la familia con esta institución, al igual como ya ha quedado claro en Holanda Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal e Islandia y en algunos distritos de Estados Unidos y en el Distrito Federal de México.
En esos países y distritos el matrimonio homosexual fortaleció a las familias homoparentales, pues la legalidad les reconoció derechos y le dio garantías para mejorar su calidad de vida, la cual antes era afectada por la total indefensión y vulnerabilidad económica, sociocultural y política. Por su lado, el matrimonio y las familias heterosexuales siguieron su curso natural, sin que la legalización de las parejas del mismo sexo las hubiesen afectado de alguna manera. Mejor aún, las odiosas pugnas o rivalidades que propician los sectores homofóbicos o tranfóbicos entre las diversas formas de amar o conformar familia fueron derrotadas, pudiendo las sociedades como conjuntas convivir en mayor paz y armonía, sin temores o desprecios hacia la diferencia.
Afirmar que el matrimonio homosexual afecta al heterosexual es un absurdo, pues no hay forma de que ello ocurra. Seguir sosteniendo, en tanto, que el matrimonio es sólo entre hombre y una mujer porque así lo dicta la naturaleza, es otra irracionalidad, pues la naturaleza nada ha dicho al respecto y se quiere acudir al argumento de la procreación, entonces quitemos también este derecho a las parejas heterosexuales que no quieren o no pueden tener hijos o hijas.
Los senadores argentinos fueron clarísimos al respecto. La ley natural es una invención de las religiones o de determinadas ideologías, que bien legítimas pueden ser, pero en ningún caso deben confundirse con el Derecho o la ley civil, la cual surge para garantizar la igualdad plena a todas y todos, sin distinción.
Es de esperar que la madurez alcanzada en Argentina, sirva de ejemplo a un país como el nuestro que se jacta de su estabilidad macroeconómica, pero que aún no comprende lo que significa el desarrollo.