El orden conservador chilensis

El orden conservador chilensis

29 Septiembre 2007
La revolución de los pingüinos y las dificultades de funcionamiento del Transantiago a puesto en el tapete el despertar de una ciudadanía que ya no se deja avasallar por la estructura de las componendas de la elite política
Jorge Bravo >
authenticated user Corresponsal
Esta sensación de cambio de animo que vuelve poner en el tapete una realidad más profunda que la seguida por la agenda periodística y las encuestas, tiene que ver con el conservadurismo de la sociedad chilena que se sustenta en la permanencia de un clasismo que nos devela la perdurabilidad de la institución de la hacienda en su apelación a un orden estamental que reverdeció con el gobierno de la derecha económica asociada a las fuerzas armadas. La aniquilación de la institucionalidad democrática previa al 73 término con el sueño de la igualdad y dio paso a un orden en que la reinstauración de la democracia  no significado su desaparición

Las dos crisis del actual gobierno están fuertemente asociada a la apelación a la igualdad de oportunidades y se centran en sectores que han concentrados ingentes recursos públicos que finalmente no han conseguido los cambios esperados. Es una apelación a la dignidad  a los derechos finalmente a la necesidad de respeto e igualdad de oportunidades que por décadas han sido contenidos en pos de la reinstauración del orden social y económico en la dictadura y la administración de los acuerdos del período democrático.

Desde el “gana la gente” de Patricio Aylwin  al gobierno ciudadano de la  Presidenta Bachelet se ha  puesto el eje en la dignidad de las personas y los derechos de las personas a expresarse y participar de las decisiones, sin embargo permanecemos lejos de lo que alguna vez tuvimos en el Gobierno de la Unidad Popular.

Por ello, me parece pertinente recordar la conversación veraniega con mi compañero de curso en la Escuela Mixta Superior Nº1 de Peumo Manuel Cabello en la cuál  nos remontamos a los años de la Unidad Popular desde nuestra perspectiva de preadolescente pueblerinos era los que vivíamos con más alegría los esfuerzos de ese Gobierno en el cuál el Presidente de La Republica encabezaba los trabajos voluntarios o donde ya no era incomodo e inusual que una hija de inquilino fuera la principal invitada a la fiesta de cumpleaños de un niño de clase media   éramos  promesas  de una sociedad más justa y feliz y lo bueno fue que los disfrutamos  con los ojos  en su esplendor.

No hay otro momento en la historia reciente del país en que  en lo cotidiano se hallan expresados las amplias reformas sociales que se impulsaban una de la cuales era justamente la que afectaba a la Hacienda que sumaba a su ineficiencia económica la mantención  de un amplio sector de asalariados agrícola en condiciones de pobreza y de subordinación social.

La dictadura reinstauro un orden conservador en donde los derechos políticos fueron suspendidos en pos de cumplir un itinerario “con metas pero sin plazos” y que después se consolido con la puesta en vigencia de la Constitución de los ochenta. Las políticas sociales de vivienda, educación, subsidios y la imposición de una economía de mercado que se basaba en reformas laborales volvieron reinstaurar un orden social en que priman una fuerte desigualdad en lo económico lo que a su vez redunda en que el acceso a justicia, salud, educación, vivienda se extremen en su diferenciación de acuerdo al sector social al que se peternezca. El famoso chorreo tan anunciado en los años del General escasamente llegó y fue la Concertación con la ampliación de las políticas sociales la que ha ido cambiando el rostro de la pobreza, aunque los ingresos o la repartición de las ganancias sigan excluyendo a gran parte de la población e incluso se aprecie un fuerte precarización de los sectores medios.

El dominio sin contrapeso de la elite económica siempre alerta aumentar la flexibilidad laboral, la baja en los tributos y mantener el conservadurismo valórico ha sido tan exitoso que en las últimas  dos elecciones presidenciales la derecha ha estrechado las diferencias  y no es descartable que acceda al poder en la próxima.

Esa apelación al dominio del orden en la cuál la derecha saca sus mayores Créditos, sin embargo conlleva la aceptación en paralelo de una sociedad en que no es posible asegurar la movilidad social y la democratización de las oportunidades, finalmente la actual coalición gobernante a luz de la opinión pública termina reproduciendo en el aparato estatal situaciones que se dan en el dominio privado en lo que se refiere a favoreces relaciones de parentesco, afinidades generales y convivencia política que afectan las posibilidades de las personas de acceder por méritos a los empleos o los recursos del estado.

Si bien las acciones de los sucesivos gobiernos de la concertación han mejorado las condiciones de la vivienda, salud, educación y  se espera que este gobierno reformen la previsión, las condiciones de empleabilidad y la protección a la infancia, se aprecian claramente que  en el país una división entre los dominantes quienes acceden a condiciones de vida de una sociedad desarrollada y el resto de la población que continua atada una estructura premoderna en donde las relaciones sociales, la procedencia y la educación alcanzada determinan la ubicación social del individuo.

Si revisamos el rol de la participación de los ciudadanos en cualquier ámbito que la midamos veremos que ésta es concebida como un ejercicio instrumental y formal en la mayoría de los casos, lo que ha terminado por judicializar muchos aspectos de la convivencia cívica y social. Por  ejemplo, un mayor espacio para la descentralización, los plesbicito vinculante, revocación de las autoridades y  limitación en la reelección de los cargos. Sin duda el casi natural apego a un orden estamental tan propio de la derecha se ha metamorfoseado como una consecuencia inevitable de la supremacía del mercado como asignador de los recursos: la privatización de los sueños que condicionan la preminencia del bien común a la revisión de que este llega hasta donde los poderosos intereses de los privados no son afectados.

El desafío entonces es instaurar una sociedad de igualdad de oportunidades económicas, sociales y políticas de forma de asegurar un orden representativo  de los deberes y derechos de los ciudadanos en vez de predominar los intereses corporativos de la elite económica-política sin mayores contrapesos. La promesa de un Chile desarrollado esta asociado al reemplazo del orden conservador que hoy nos domina y ciertamente no depende solo de elevadas tasas de crecimiento económico.
 
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