Reflexiones Post mundialeras: Crónicas en Buenos Aires (Parte 3 y final)

25 Julio 2007
Hay muchas reflexiones que me ha dejado este paso, y para continuar con las cosas pendientes, quisiera rememorar aquel extraño capítulo vivido en las calles porteñas hace unos días, más precisamente, el jueves pasado.
Naoj Sandoval >
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La Resistencia

Aunque hoy ganamos ya el tercer lugar del Mundial sub-20 de Canadá, hay muchas reflexiones que me ha dejado este paso, y para continuar con las cosas pendientes, quisiera rememorar aquel extraño capítulo vivido en las calles porteñas hace unos días, más precisamente, el jueves pasado.

Resistí en este Buenos Aires romántico, hermoso y acogedor, y a ratos tan rancio de suciedad, frío y ajeno. Tuve que enfrentar entonces una serie de embates, y comencé a resistir con estoicismo criollo los tres goles del pasado día jueves. Resistí los comentarios ácidos llenos de bronca hacia los exaltados periodistas y futbolistas chilenos durante la previa, resistí ver las tontas expulsiones, resistí el escándalo posterior con ribetes de asunto de Estado y gestiones diplomáticas de por medio, también resistí las burlas de mis amigos porteños, ante las cuales me defendí con digno sentido del humor, racionalismo y argumentos cuasi metafísicos. Resistí el espantoso actuar de la policía canadiense y el tibio actuar de Harold Mayne-Nicholls. A cada minutos se me atragantaban los trozos de calabressa y faina, se me entibió la Quilmes en la sangre, pero lo resistí también.

chilenoscelebran-dancl.jpg Hasta ahí, todo bajo control. Estábamos un grupo de 14 chilenos viendo el famoso choque de países hermanos, el ambiente no era hermanable y la complexión de los rostros dejaba entre ver un arcoiris de sentimientos, todo para mí por cierto explicables y sostenible. Más llegó el momento en que a dos tiernas mujeres mayores -que bien podrían ser mi mamá y mi abuelita- las lágrimas las sacudieron y las vi llorar... las vi llorar por penas de fútbol. Eso yo no lo podía resistir y muy poco lo podía explicar. Uno no está preparado para ver a una tierna anciana que poco y nada sabe de fútbol y que de seguro, muchas veces regañó por tanto fútbol en la Tv a sus hijos o nietos, o quizás hasta los reprochó por ser tan fanáticos o por pegarle todo el día al esférico elemento. Entonces era muy de cuento de Galeano, verlas sollozar. Eran dos mujeres del sur de Chile las que ante tan Dantesco epílogo mundialero para un equipo chileno, se conmovieron como lo hace un país completo en ciertos momentos claves. Como cuando tiembla o cuando se cumple la meta de la Teletón con himno de la alegría incluido y promesas de votos de solidaridad eternos.

No se puede negar que para bien o para mal, este equipo Sub-20 siempre emocionó. La decepción y la rabia hicieron correr estas lágrimas que quizás nada tenían que ver con fútbol y sólo evocaban a la Patria lejana, a los amigos, a la familia, a los recuerdos cada vez más omnipresentes de la juventud, las Fiestas Patrias y los almuerzos bajo el parrón en verano, la cordillera de Los Andes,la torre Entel o las carretas de bueyes bajando por Colima desde Nahuelbuta y sus milenarios tótems Araucarias. Corrieron lágrimas de esas queridas abuelas que acabo de conocer, y el responsable o al menos el gatillo fue un partido de fútbol y su catalizador un gol en contra y la impotencia. Se supone que era algo nimio, algo que no debería hacer llorar a nadie, menos a quienes le han ganado todas las batallas a la vida y en sus rostros se ve el sufrimiento de las batallas. Pero ahí estaban, vulnerables y frágiles ante el ocaso futbolístico y el vendabal de emociones patrio-futboleras.
 

Eso yo no lo podía resistir, todo se acababa de la manera más trágica... un señor que las acompañaba, funcionario público tenía vidriososo sus ojos, el resto de los presentes, casi todos gente joven, mascullábamos la derrota en tierras más que ajenas, tierra cuasi adversaria en ese instante de realismo mágico. Una señora joven exaltada deseaba jamás haber viajado a Buenos Aires, y algo desbordada fue su erupción de la bronca contgenida. Pero el llanto de esas mujeres chilotas me conmovió, me hizo sentir culpable de no tener el talento y el don de haber podido -cual Semi-Dios- cambiar las cosas, culpable de tener que mostrarme tranquilo y comprensivo, culpable de racionalizarlo todo cuando las emociones fluían a borbotones a mi lado y en mi interior, también giraba todo como una pelota enmadejada.
 
Salí de ahí a caminar, la noche era muy tranquila y había una suave brisa helada que me evocaba a las noches angolinas de comienzos de abril. Pensé en la pena de cada persona de mi familia en Angol, y de tantos otros chilenos repartidos por el mundo y en especial en los barrios porteños de Buenos Aires y la pampa Argentina. En cómo lo harían para exorcizar la tristeza, cómo lo harían para levantarse y tomar el control remoto para olvidarlo todo, como harían para volver a sus cosas, y para bajar el tono a las burlas del vecino y amigo que no tardará en enrostrar la inmisericorde derrota. Después de unas horas, terminé por responderme solo. "Somos chilenos", pensé. Estamos acostumbrados a la adversidad, somos todos “hijos del rigor”, por algo nos levantamos más temprano que nuestros vecinos latinoamericanos, y éso a la larga como podemos ver, se nota. Somos chilenos y tenemos una capacidad de resiliencia infinita, sobre todo si de resistir a dictadores crueles y de pasar penas de fútbol se trata.
 
Yo seguí amargado un buen rato, debo ser franco, porque todo a mi alrededor me recordaba la injusta derrota de un equipo chileno que por mucho esta vez era mejor dotado que el histórico rival. Abrí mi computadora y gracias a Internet estábamos juntos mi hermano menor y Yo, conversando como en el living de la casa de Angol o como en la casa donde vivíamos cuando estábamos en la Universidad en Conce. Nos separan esta vez miles de kilómetros y océanos. Él en Australia y Yo en Buenos Aires, sufriendo la misma pena, la diferencia es que en Brisbane a nadie le importaba, en la capital del Tango sí importaba. Así que nos consolamos en nuestra condición indefectiblemente irreversible de la derrota deportiva y moral, con ribetes socioculturales no menores. Y al final zanjamos el momento con una reflexión básica pero no menor que nos conformó a ambos, nos volvió al presente y llenó a través del cyber espacio el momento, desahogando en algo el aire que respiraba, Gerson me dijo: "hermano, yo igual tengo pena… pero tranquilo, es sólo fútbol..." Y es cierto, es sólo fútbol. Ni más ni menos. ¿O me equivoco?
 
Por suerte la sangre ya llegó al río, y mañana tendremos cosas mucho más importantes sobre las cuales debemos reflexionar. Y en hora buena.

Comentarios

Imagen de Álvaro Torres

Gran relato Joan; te

Gran relato Joan; te seguimos fielmente

Imagen de Margarita Zambrano

Esta vez me emocionó mucho

Esta vez me emocionó mucho leer esta 3ª parte de tus reflexiones frente a esta "pena", aunque debiéramos estar más contentos por el 3er. lugar, aunque la pena no es por el lugar, es por la impotencia de no poder hacer algo frente a la injusticia, pero tal como dices en una parte, hay que mirar el mañana, y seguir adelante. Me emocionó tus reflexiones porque me habría gustado estar cerquita de ustedes 2, de ti y de Gersito, sé que el corazón de chileno que tienen es grande, no lo tranzan con nada, se la penita que pasaron los dos solitos, uno separado por la cordillera y el otro por la misma más los océanos, pero ustedes saben que en esos momentos estaba espiritualmente, ahí, al ladito de los dos. Bien Jonmita por la transmisión de tus sentimientos a través de profundas reflexiones.

Mamá mona